“Qué inapropiado llamar Tierra a este planeta, cuando es evidente que debería llamarse Océano”. Arthur Clarke
Sábado: algo ventoso, saldrá el sol entre las nubes

Breve reseña histórica del callejero del entorno de Las Canteras: “Calle Sargento Llagas”

Calle Sargento Llagas

 

“Mi calle. Mi calle no es la mejor ni la peor calle. Se asoma a la playa de Las Canteras por allí por donde muchos años atrás se comenzó a construir el Paseo.

Sargento Llagas, con el permiso del Muro Marrero, vigila día y noche la Playa Chica, eso sí, acompañada por Dr. Grau Bassas y por Torres Quevedo.

Mi calle, como todas las calles de nuestra playa, ha cambiado mucho en los últimos años y yo he estado con ella en todo este tiempo sufriendo con ella todas sus variaciones.

Cuando aún los vehículos entraban por Bernardo de la Torre o por Tomás Miller, aparcaban y salían, mi calle me gustaba, me gustaba porque me llevaba a la playa, me dejaba ver la marea: si llena o vacía; si cojo gafas, tubo y aletas; bugui y aletas; fija y linterna o simplemente bañador, camiseta y cholas calamares”. _ Anónimo

 

En tartana por la calle Sargento Llagas. Años cincuenta

 



El sargento Llagas era un antiguo y probo sargento de carabineros que vivió en la vieja casa-cuartel del Puerto, única que existía – según afirma Domingo J. Navarro-  en el istmo de la Isleta, en el sitio en que hoy está la calle de la Pescadería.

La casa tenía solo dos habitaciones y en ellas se alojaba toda la fuerza de la Isleta, representada por el referido sargento que era Comandante Militar, Alcalde de mar de aquellas playas, Delegado de sanidad, Alcalde pedáneo, médico, boticario, sacristán de la ermita de La Luz y mesonero (considerado el primer mesonero del istmo de Santa catalina) de la gente de pesca y mariscadores que por aquellos contornos andaban.

Al llegar a tierra un viajero debilitado por el mareo, este campechano sargento le daba su fuerte brazo para llevarlo a su casa, acallarle el hambre y confortar su cuerpo con una buena cazuela de pescado, escabeches, pan, vino y una taza de café, remediando al mismo tiempo sus cuitas con las noticias que necesitara.

El sargento Llagas vivió en el istmo cuando no había más que la ermita de la Virgen o el mesón del Ayuntamiento, que llamaban, cinco chozas de pescadores, y arena por todas partes…

La descripción de esta bonita estampa costumbrista y marinera de los tiempos pretéritos diciendo que: los caminos y veredas para ir a Las Palmas, los borraba la arena movida por el viento y los burros en que generalmente se trasladaban sufrían por su debilidad frecuentes caídas, quedando el viajero unas veces debajo y otras encima del vehículo conductor.

“Con todos estos datos se comprenderá el gran servicio prestado y la popularidad adquirida por el sargento Llagas, única autoridad en aquellos lugares, tan solitarios entonces”

Fuentes: Carlos Navarro Ruiz y Carlos Platero

 



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