Nuestra protagonista pulula por la zona ajardinada pegada al carril bici de la calle Eduardo Benot desde hace algunos días, muy cerca de la ruidosa autovía.
Se pasa el día picoteando los bichitos del césped y los restos de comida que encuentra debajo de los bancos, ajena a los paseantes, ciclistas y sobre todo a las pitas generadas por el tráfico cercano.
La garza bueyera es asidua de las riberas y pastizales del norte de África, así como del sur de la península ibérica.
Sobre el blanco de su plumaje resaltan manchas canelas en la cabeza, cuello y zona escapular. En época nupcial, patas y picos son anaranjados.
Esta garcilla posee un riquísimo lenguaje mímico; el distinto grado de erección de sus penachos revela su estado emocional, entre mas erecto el penacho más excitación tiene el individuo, en cambio si las plumas están apretadas es que está pasando por un momento de ansiedad o temor.
Si la ves, respétala. No la mortifiques. Dejemos que disfrute de su estancia entre nosotros.
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Comentario
Ernesto:
Que curioso, hace nueve años también hubo una que se pasó unos meses en el mismo sitio, ¿será la misma?