Todo un mundo laberíntico de calles, callejas y pequeñas plazoletas se derraman desde los linderos de la zona militar hacia abajo, hasta La Naval, Juan Rejón, el Puerto, los muelles, el mar.
Uno añora aquellas azoteas donde nos sentábamos con una novela en las manos, gozando de una doble sensualidad: la lectura y la caliente caricia del sol en nuestra piel.
Azoteas con liñas o tendederos cargados de ropa volandera, plantas, la pileta o lavadero de cemento bajo el cobertizo, gallinero, a veces palomar, conejera y hasta una choza con una cabra. Al fondo la montaña “del Vigía” y en el cielo azul, bandadas de palomas vuelan dueñas del espacio.
Texto y caricatura de Manolo Padrón
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