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Este lunes por la noche no hubo publicidad en las luces navideñas del paseo. Esperamos que el Ayuntamiento haya rectificado y que sea una decisión definitiva.

El estado del mar hace necesario declarar la situación de prealerta por fenómenos costeros en Canarias

“Reliquias de ayer” por Vicente García Rodríguez

El otro día fui a dar un paseo por la Avenida de nuestra Playa de las Canteras, y me llevé una agradable sorpresa. Había una exposición de coches antiguos de muchas marcas y edades. Los orígenes de estos lujos del pasado eran casi todos extranjeros. Creo que vi alguno español. Los autos estaban en grupos de 4 o 5, desde la Cicer hasta Juan Pérez- se me fue el tino, pero ustedes saben de donde a donde-. Estaban expuestos en lugares y bocacalles apropiados para este menester. Verdaderas joyas, palabra, y además cuidados con unos mimos y un esmero, que ya quisieran muchas parientas para si. Vamos a no enredar la pita. Su apariencia evidenciaba el respeto y aprecio que sus dueños profesaban a estos automóviles. La pulcritud en la conservación de los mismos es admirable. Chapeau, ¿se pronuncia así?, bueno, quiero decir que hay que quitarse el sombrero. Su admirada contemplación te hacía volver a otros tiempos y edades.¿ Que edad tendríamos cuando las películas “ Lou Bunine, el terror de Chicago”, o” Dillinger, enemigo público nº 1”, o cuando los piratas al lado del Guiniguada?. En esas películas veíamos, en coches como esos, a los bandidos, de pié, en la prolongación de los guardafangos, disparando doce cartuchos seguidos con revólveres de solo seis tiros. Tiempos. Pero bien, a lo que íbamos. Las marcas de los vehículos eran variadas: Ford, Austin, Wolkswagen, Buick, Chevrolet, Desoto, Dodge, Mercedes etc…hasta un Jeep de los de Eisenhower había allí. Por cierto, no vi ningún Studebaker. Preciosos. Relumbrantes. Las matriculas desde tres mil y pico. Las fechas desde 1.925 hasta 1960 por lo menos. Para amenizar la Expo, había un grupo itinerante de músicos, con instrumentos de viento tocando música de jazz. Un espiritual negro,” Open the Glory”, creo…nada, que si aparece Al Capone y Elliot Ness por allí, se les habría invitado, sin preguntas, a una copa del prohibido licor de la época. A todas estas me vino una reflexión. A ver si me explico bien para no repetirlo dos veces. ¿ No podríamos los nacidos entre 1925 y 1950 hacer algo por el estilo?. Primero que nada habría que elegir los sitios. Pudieran ser, se me ocurre, los mismos que donde los coches. Hablaríamos con cualquier firma comercial, para que nos soltaran unas mesas y sillas. En las mesas, por supuesto, algún combustible propio del caso, sólido y líquido. Cómodamente sentados, en grupos de 4 o 5, a lo largo de la Avenida, conversaríamos animadamente entre nosotros. Tendríamos algunas ventajas sobre los mudos y respetables especímenes mecánicos en varias cosas. Dos de ellas son, por ejemplo, que nosotros hablamos y ellos no y que, además, admitiríamos preguntas y algún coloquio sobre los lugares y emblemáticas edificaciones, la mayoría desaparecidas, que jalonaron nuestro litoral y Playa de las Canteras.

Podríamos comenzar la tertulia por el Rincón. Había en la ladera, una casa de dos pisos, con pasillo exterior, y de color canelo clarito, conocida como la casa de los Suizos. Creo que eran holandeses. Allí se iba de gira y se hacían bailes pues los que quiera que fueran se les daba bien el acordeón. Recordaríamos un naciente de agua salobre que había por allí cerca. De la Peña de la Gaviota, coronada por una robinsonesca caseta. La factoría de pescado de Lloret y Llinares, hoy zona del Auditorio, del barranco de la Ballena, de la Compañía Insular Colonial de Riego y Electricidad- la Cicer- y su inconfundible pitido. De la Italcable, de la caseta del Brujo, de la casa de Humberto Trujillo y la sociedad o Club Atlántida. Del Torreón de la Luz, frente a la casa de Tony Gallardo, la casa del cura, D. Pablo Artiles, la de Manolo el de la fábrica de jabón, el colegio de Rosita Aguilar, la de Betancor, Gámez, Artiles, Gallego… de la Peña la Vieja con su esbelto trampolín, la de Martín Chirino, la de Manolo Millares, de madera de color encarnado. De un nido de ametralladoras debajo del muro, un poca más acá de la casa de D. Antonio Armas, frente al Charcón. De los dos callejones, mudos testigos de románticas aventuras, jo. Del Viera de las Niñas, del Muro Marrero, y su peligroso”saltadero”, en el que algunos sufrieron serios percances por no calcular bien la altura de las olas, del House Ming, del primitivo Balneario, del otro Viera, del Club Peña Ateneo los Amigos- Club Pala-, de la Balsa, del Hospitalillo San José, del Bar las Cuevas y Comandancia de Marina, bar Jandilla y bar Toledo, sastrería de D. Ricardo, del Marítimo, de la luz en la calle Tenerife, que guiaba la entrada, a los pescadores, por la barra partida, a su regreso de sus faenas nocturnas. Del Real Club Victoria y del Costa Bella, del cine Millares, allí vi yo todas las películas de Tarzán el verdadero, del Juan Pérez y del colegio de Doña Librada, de las factorías de Escobio…algo se me queda, seguro, pero no sigo porque los recuerdos, o las cataratas, me nublan la vista. Bien, volvamos a nuestra oferta.¿Por donde iba?. Ah si, ya me acuerdo. Nos acicalaríamos bien. Nosotros los hombres, vestiríamos los ternos de los domingos, para entonar con la época, y ellas con los trajes chaquetas, o con faldas y blusas. ¡ Que bien le sentaba!, nos sentaríamos con un cartelito delante, sin edad ellas: señoras limousines, marca tal y modelo cual; caballeros carrancios, marca casi borrada, modelo del 30 …hombre, aquí, no cabe duda ,los coches de la muestra tendrían ciertas ventajas sobre nosotros. Se les estropea cualquier pieza vital, le hacen otra igual, y a viaje. Quedan nuevitos del trinque y funcionando a tope. A nosotros si nos colocan una pieza nueva, el que no cojea renguea, eso, por lo bajo. En un descuido, ojos que te vieron dir. Pero bien, vamos a no exagerar. Estando quietitos, como los coches, y sin movernos mucho, escapamos. Tener cuidado con el hombro al levantar el vaso, y no pasa nada…¿ Que pasa?… seríamos ejemplares, exponentes irrepetibles, en peligro de extinción, que en la guagua dábamos el asientos a las señoras y ellas bien que lo agradecían. Hemos crecido impregnados de salitre y con mil recuerdos y experiencias playeras que podemos compartir. Termino, porque sino no acabo. Si cuidamos con esmero nuestra carrocería y motor, podemos conservar, por algún tiempo, el apresto que tienen esos dichosos coches que parecen estar como en la hora.

Vicente García Rodríguez.

Abril de 2007

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