“Necesito el mar porque me enseña.”. Pablo Neruda

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Las Palmas de Gran Canaria: ciudad antigua y ciudad del puerto

Por Teresa Iturriaga Osa  (con el asesoramiento del historiador Alfredo Herrera Piqué)

El medio natural donde se funda la ciudad

Comenzaremos el recorrido de la ciudad en la ermita de San Antonio Abad, en el barrio de Vegueta, desde donde nos trasladaremos por el tiempo a un espacio imaginario virgen: un palmeral y un barranco rebosante de agua y vegetación junto al mar. Ése fue el embrión de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria. El lugar de la fundación estaba próximo al río Guiniguada, un paraíso donde es probable que hubiera algún asentamiento prehispánico de cultura canaria aborigen.

El momento de la conquista (24 de junio de 1478)

Los conquistadores castellanos, al servicio de los Reyes Católicos, desembarcaron en aquel edén, desde donde divisaron la montaña de la Isleta, alejada entre dunas que llegaban hasta el borde de una bahía natural. En el espacio que ocupa actualmente la plaza de San Antonio Abad se elevó una cerca y fue fundada esta ciudad el 24 de junio de 1478. A medida que avanzaba la conquista por la supremacía militar de los castellanos, los guerreros isleños fueron retirándose con su pueblo hacia el interior, y, dentro del Real, fueron naciendo las estrechas callejuelas que iniciaron la trama urbana de la villa entre aquellas modestas viviendas originales. De esta forma espontánea, empezó a desarrollarse el núcleo originario y apareció el primer “trapiche” o ingenio azucarero (hacia 1480) a orillas del Guiniguada, cuyo caudal de agua permitía mover un molino. También fueron apareciendo las primeras instituciones como el Ayuntamiento (1480) y la sede episcopal (1485). Se iniciaron las obras del primer hospital y de las edificaciones de los poderes políticos, militares y religiosos. Frente a la iglesia, se hallaba la casa del gobernador, que ocupaba una parte del solar del actual conjunto de la llamada Casa de Colón. También comenzó a construirse en 1490 la primera catedral de Santa Ana, situada entre dos plazuelas, la de los Álamos y la que hoy lleva el nombre del Pilar Nuevo. Con el paso del tiempo, fueron creándose las instituciones del Tribunal del Santo Oficio (1499) y la Real Audiencia de Canarias (1526). A su vez, el empuje económico e institucional de su primer siglo de existencia determinó la construcción de notables casas y palacetes (Santa Gadea, Móxica, Cerón, Lezcano, etc.) de arquitectura culta en la ciudad, estableciéndose así la iconografía y el nivel de las diferencias económicas y sociales entre la población. El tejido urbano antiguo de Las Palmas ya se había completado a mitad del siglo XVI.

El paso de Colón

Aparte de los monumentos y museos que recorreremos lentamente por el barrio de Vegueta, ya que conservan la memoria histórica y espiritual de la vieja Las Palmas y sus gentes, también deberemos reparar en sus bienes intangibles, tales como la estancia de Colón en Gran Canaria, dada su importancia en la formación de la identidad de esta ciudad. Desde la Casa de Colón, recordaremos ciertos hechos relevantes de naturaleza cultural y simbólica, entre los que destacan varios momentos de los viajes de Cristóbal Colón. En su primer viaje, Colón hizo escala en Las Palmas, donde reparó una nave y cambió una vela. Tampoco podemos olvidar el hecho de que Colón llevara a América la caña de azúcar desde Las Palmas de Gran Canaria en su segundo viaje a La Española. La caña azucarera se había introducido previamente en esta isla desde Madeira, por lo que nuestra ciudad era la primera villa azucarera del Imperio en ultramar. Con visión de futuro, Colón embarcó con víveres y agua, y navegó celoso de su planta hasta el Caribe desde el mismísimo corazón del Guiniguada. Impulsaba así el futuro desarrollo económico del Nuevo Mundo. Otro dato histórico reseñable de su segundo viaje es el hecho de que le acompañara la primera armada española que cruzaría el Atlántico, pues, sin duda, esta ciudad quedaría grabada en la mirada de aquellos que emprendían su aventura hacia lo desconocido como puerto de escala y de despedida. A partir de estos y de otros momentos de la estancia del Almirante de la Mar Océana en Gran Canaria, Las Palmas se convertiría para siempre en una villa colombina.

La Plaza Mayor de Santa Ana

Nos situamos en la Plaza de Santa Ana. Allí encontraremos la Catedral (1500-1570) -fue la primera catedral española del Atlántico- y el edificio del Ayuntamiento (1512-1518). Se trata de la primera plaza cívica institucional planificada en España y América donde convergen el poder político-administrativo y el religioso de gobierno. Los edificios se miran de frente con una simbología sin precedentes en las arquitecturas de poder. Esta plaza fue un referente en la construcción de las plazas mayores de América.

Las murallas

Las Palmas de Gran Canaria fue la primera Ciudad Real fundada por la Corona en el Atlántico en la frontera de la Edad Media con la Edad Moderna. También fue la segunda ciudad amurallada (1576-78) de los dominios españoles en ultramar. En los mapas antiguos puede observarse el trazado de la muralla que rodeaba la ciudad. Hoy sólo se conserva un pequeño tramo en la ladera de San Lázaro, próximo a la fortaleza de Mata.

Fortificaciones

El castillo de la Luz fue el primer baluarte construido por la Corona de Castilla en el Atlántico entre finales del s. XV y la primera mitad del s. XVI. Posteriormente, se desarrolló un sistema de fortificaciones como el castillo del Rey, la torre de San Pedro Mártir (hoy conocida como castillo de San Cristóbal), el fortín de Santa Isabel (a la altura del actual Colegio de los Jesuitas), el castillete de Santa Ana (cerca del monumento a la Vela Latina en la Avenida Marítima), el castillo de Santa Catalina (en la Base Naval). Estos baluartes y castillos –muchos de ellos, espacios ya perdidos- cruzaban fuego unos con otros para proteger la costa del ataque de las flotas invasoras e iremos viendo su situación a medida que recorramos la ciudad.

Los ataques de Drake y Van der Does

Los buques de la armada real inglesa se presentaron por sorpresa en la bahía de la Luz en la madrugada del día 6 de octubre de 1595. Aquella escuadra británica mandada por los célebres marinos Francis Drake y John Hawkins cumplía órdenes de Estado –la reina Isabel I autorizó la expedición marítima- en sus ataques contra las posesiones del imperio español de Felipe II. Aparte de apoderarse de un rico botín de guerra, Inglaterra buscaba también una invasión de los territorios españoles de ultramar. Gracias a las operaciones defensivas de las milicias isleñas, la ciudad combatió con coraje a un enemigo muy superior en hombres y armamento, lo que impidió el desembarco de la flota inglesa y, finalmente, hizo que Las Palmas obtuviera la victoria. Unos cuatro años después, en junio de 1599, Las Palmas fue atacada y asediada por una poderosa flota holandesa –setenta y cuatro barcos de guerra y un gran ejército de tierra- que estaba bajo el mando del almirante y general Pieter Van der Does. La ciudad luchó y se resistió durante días, perdiéndose muchas vidas humanas en aquella contienda. Los holandeses perdieron más de mil hombres hasta que decidieron retirarse a sus barcos. El 3 de julio, los principales edificios de la ciudad fueron saqueados e, incluso, incendiados: el palacio episcopal, el Ayuntamiento, la fortaleza de la Luz, las casas del Cabildo y de la Audiencia, iglesias, casas principales, conventos, etc. De la Catedral se llevaron el reloj y las dos campanas, destruyendo a su paso todos los retablos y altares. Sin embargo, hace unos años, Holanda tuvo el gesto de regalar a la ciudad una campana que hoy se exhibe como símbolo de reconciliación en el interior de la Catedral.



El ámbito religioso

Las órdenes religiosas contribuyeron desde su inicio a la fundación de la ciudad que, desde el siglo XV, ya contaba con el monasterio de San Francisco de Asís. También el de San Pedro Mártir fue un convento de gran influencia, del que actualmente sólo nos queda la Iglesia de Santo Domingo. Las dos iglesias se encuentran a un lado y a otro del barranco. El recorrido de conventos puede partir desde Santo Domingo, por las calles aledañas, hacia la calle Doctor Chil, donde se encontraba el Tribunal de la Inquisición. Cabe mencionar también el primer colegio de la ciudad en el lugar donde, posteriormente, se ubicó el Seminario. Otras paradas de interés son la iglesia de San Francisco de Borja, perteneciente al colegio de los Jesuitas, y el convento de San Agustín. Después, proseguiremos nuestra ruta por la calle de los Balcones, tomándola como ejemplo de una de las calles mejor conservadas de Las Palmas de Gran Canaria. Aprovecharemos nuestro itinerario histórico para visitar también los centros culturales de la zona, entre ellos, el Museo Canario, por su importancia en la conservación del pasado aborigen de Gran Canaria, el CAAM (Centro Atlántico de Arte Moderno) y el Museo de Arte Sacro. Cuando crucemos al otro lado del barranco, veremos que allí también había otros conventos como el de las monjas de Santa Clara -de clausura en el s. XVII- en lo que hoy es la zona de la Alameda de Colón. A su lado se encontraba el monasterio de San Francisco de Asís, así como el de San Bernardo, que estaba rodeado de una zona residencial y de artesanos. No es extraño que, en ese espacio, hoy también se perciba una paz claustral que parece situarnos dentro de un vientre de caracola donde resuenan los ecos de un mar de cánticos y campanas. Y si observamos hacia los Riscos que rodean la ciudad antigua, comprenderemos cómo iban construyéndose los barrios de San Juan, San Roque, San Nicolás… a partir de las humildes viviendas de los trabajadores que realizaban sus tareas domésticas en las casas de las familias adineradas de Vegueta y de Triana.

La ciudad se abre al otro lado del Guiniguada

Al cruzar el barranco por el Puente de Piedra, desde la antigua vegueta de Santa Ana, nos dirigimos hacia lo que fue en sus orígenes el incipiente caserío de Triana. Llegamos a la Alameda de Colón, el enclave donde hacia la mitad del s. XIX se levantó el primer teatro de la ciudad: el Teatro de Cairasco. El segundo teatro de la ciudad fue el Teatro Pérez Galdós (1867-1888). Visitaremos también el Gabinete Literario y la Casa Museo Pérez Galdós en el barrio de Triana para luego descender por sus calles peatonales a la bulliciosa y comercial calle de Triana, eje de salida del comercio de la ciudad antigua con el Puerto de la Luz desde el siglo XIX. Por allí se encuentra también el Teatro Cuyás que, en 1908, bajo el nombre de Teatro Circo Cuyás, abrió la primera sala de cine de la ciudad en la calle Viera y Clavijo. Toda la ciudad estaba rodeada de ermitas, como la ermita de San Telmo, que merece especial atención. Haremos una parada a la sombra del café del quiosco modernista del Parque de San Telmo antes de seguir nuestro trayecto hacia la zona donde hallaremos varios edificios modernistas de finales del XIX y principios del XX, situados entre Triana y las calles Obispo Codina y Viera y Clavijo. También podremos contemplar una excelente muestra de edificios racionalistas en las calles aledañas, como el edificio del Cabildo de Gran Canaria, en la calle Bravo Murillo. Seguiremos nuestra ruta por la calle León y Castillo hasta la Plaza de la Feria, donde estuvo la primera central que inauguró el alumbrado eléctrico de la ciudad el 10 de junio de 1899. Nos encontramos en el barrio de Arenales, la zona de expansión de la ciudad hacia el Puerto a mediados del s. XIX.

Puerto de la Luz y Playa de las Canteras: la expansión urbana del siglo XX

Aunque hoy haya cambiado considerablemente el aspecto de la zona, deberíamos situarnos en el muelle de Santa Catalina y reconstruir el paisaje original de la bahía de las Isletas para comprender la expansión urbanística de la ciudad y su configuración como ciudad lineal.

Imagínense este espacio hace unos siglos como un lugar apartado con unas viviendas de pescadores, al abrigo del viento y de las olas y un paisaje de dunas que avanzaban hacia el interior sin ningún freno urbanístico hasta la construcción del Puerto de la Luz. Con ello comenzó también el diseño de una ciudad en la zona del Istmo y la Isleta con una concepción diferente del mundo. Era una ciudad abierta a las nuevas corrientes comerciales, al tráfico de mercancías y con una importante presencia mercantil europea que fue desarrollando un núcleo residencial alrededor de la actividad portuaria. En 1903 se concluyeron las obras del Puerto y se redescubrió el mar desde Las Canteras. De ahí surgieron dos ciudades separadas: la ciudad antigua y la ciudad del puerto. Entre ellas circulaba un tranvía eléctrico desde el año 1890 por una carretera que salía de Triana y atravesaba la actual calle León y Castillo, discurriendo paralela a la costa por la playa de las Alcaravaneras hasta llegar al antiguo muelle de Santa Catalina, en el Puerto de la Luz. En 1930 se urbanizó el barrio residencial de Ciudad Jardín, una zona de influencia inglesa que terminó de unir los dos extremos de la ciudad que se movían por ese eje viario.

Enfoque del desarrollo turístico en los siglos XIX y XX

Hacemos nuestra última parada en Altavista, un lugar privilegiado en lo alto de la ciudad desde donde podremos comprender el desarrollo de la ciudad lineal. Lo que a primera vista resulta un caos urbanístico, no es más que el producto del crecimiento desenfrenado de esta ciudad en la segunda mitad del siglo XX. Se divisan bajo nuestro pies varios lugares emblemáticos que tienen que ver con el turismo considerado como un fenómeno de impulso artístico, económico, social y cultural de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria: el Parque Santa Catalina, el Parque Doramas con el Pueblo Canario, el Museo Néstor y el Hotel Santa Catalina (ejemplos de arquitectura neocanaria), el antiguo Hotel Metropol (construido en 1894 y hoy sede del Ayuntamiento), la Iglesia Anglicana de Ciudad Jardín (1894), el Hotel Gran Canaria (inicio de la formación del complejo turístico de la Playa de las Canteras en 1956), entre otros. Desde allí sobrevolamos con la mirada la belleza de una ciudad cosmopolita donde la luz lo invade todo. Rodeada de mar por todas partes y anclada en la rosa de los vientos, Las Palmas de Gran Canaria también hoy diseña su futuro. Su verdadera riqueza es esa base de intercambios con el mundo que ha marcado su historia e identidad, y su posición estratégica en medio del Atlántico la convierte en un sólido puente entre culturas en el mundo global del siglo XXI.

Para ampliar documentación:

  • Alfredo Herrera Piqué. Las Palmas de Gran Canaria. Patrimonio Histórico y Cultural de una Ciudad Atlántica. Las Palmas de Gran Canaria, 2003.
  • Alfredo Herrera Piqué. Las Palmas de Gran Canaria (dos volúmenes). Madrid, 1984.

(Fotografía del Hotel Santa Catalina a finales del XIX)

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