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«Anticipo del horizonte» por Mariano de Santa Ana

Uno de los accidentes naturales más emblemáticos de Las Palmas es La Barra de la playa de Las Canteras, una suerte de línea gruesa interpuesta entre la línea de costa y la línea del horizonte, como un anticipo mineralizado del horizonte mismo. Seguramente, la única transformación del perfil de La Barra que recuerden muchos ciudadanos es la que tuvo lugar hace algunos años: un formidable temporal extrajo un gran pedrusco del fondo marino y lo depositó en el arrecife, donde reposa aún como una interrupción de la forma horizontal de La Barra. Pero, aunque todo esté ya naturalizado en él, también hay en este accidente geográfico transformaciones producidas por la mano del hombre. Una historia de estas últimas debería incluirlas junto a las proyectadas pero nunca ejecutadas, como un reducido panorama de Las Palmas y el campo de lo posible. Lo que sigue es un esbozo del capítulo sobre las intervenciones humanas de esta, que acaso nadie escribirá nunca, Historia General de La Barra.

El gran viajero inglés Richard Burton, que recaló varias veces en Las Palmas entre 1861 y 1882, anota en el capítulo sobre esta ciudad de su libro To the Gold Coast for Gold el proyecto, entonces ya descartado, de construir un canal a través del istmo de Guanarteme para facilitar la navegación entre la costa de naciente y la de poniente. Qué duda cabe que, de haberse llevado a cabo esta obra de ingeniería, La Barra, obstáculo para la circulación de buques de gran tonelaje, se habría visto afectada. Afortunadamente en el proceso de construcción del Puerto de La Luz, iniciado un año después de la última estancia de Burton, el proyecto del canal del istmo, asociado al propio Puerto, fue desechado.

Con todo, la necesidad de hacer pasar un gran barco para que fuese reparado por los careneros de La Puntilla provocó la mayor alteración artificial del arrecife hecha hasta el momento. Seguramente hoy la mayoría de los ciudadanos no ven en la huella de esta intervención sino el resultado de la acción del tiempo geológico. Pero el hecho es como lo cuenta Néstor Álamo en un artículo que publicó en Diario de Las Palmas –y del que se hace eco el historiador Manuel Lobo en el Libro Blanco de Las Canteras y la Bahía del Confital: en 1880 se realizó una voladura de parte de La Barra a la altura de La Puntilla para ampliar la boca de entrada y permitir el paso de la fragata Trinidad, de 500 toneladas.

Los cálculos, las escalas y las técnicas de la ingeniería no han sido los únicos que han transformado, o proyectado la transformación, de La Barra. Si los antiguos canarios, que desconocían el arte de la navegación, no pudieron transitar por aquí, desde tiempos difíciles de precisar, los pescadores de los siglos posteriores a la Conquista vieron en esta roca sedimentaria un magnífico lugar para extraer lapas y otros recursos alimentarios. No obstante, de entre las clases populares, serían los artesanos los que tendrían un papel determinante en La Barra: a lo largo del siglo XIX la frecuentaron para extraer piedra con la que tallaban pilas de destilación de agua. Aunque en la estampa de La Barra la huella física de esta acción no es especialmente notoria, este actividad dejó una marca importante en el lenguaje: la hasta entonces conocida como Playa del Arrecife comenzó a ser llamada por ello como Playa de Las Canteras. Un nombre curioso, sin duda, por cuanto que pone la carga de lo artificial en el más emblemático espacio natural de Las Palmas.

Otras tentativas, afortunadamente, no se han hecho realidad pero perviven aún en la memoria colectiva. Así el proyecto de construir un hotel en La Barra, que, según cuentan los informantes de este reportaje, causó revuelo y malestar en los años sesenta, o el menos mencionado y más difícil de datar de extensión de una carretera a través del arrecife. En el supuesto de que existiesen, si no fueron sólo conversaciones de despacho o fabulaciones de origen incierto, tal vez algún día afloren los documentos que describen estos proyectos de transformación de La Barra. En cualquier caso, como rastros instalados en la consciencia colectiva, si quiera como leyendas urbanas, una Historia General de La Barra debe de prestarles atención.

De lo que sí hay registro documental es de lo que proyectó para La Barra el, por lo demás, gran arquitecto Secundino Zuazo, autor del Plan General de Urbanización de Las Palmas de 1943-1944, una iniciativa valiosa en la mayoría de sus aspectos pero que flaquea en la playa de Las Canteras. El Plan de Zuazo contemplaba la construcción de un malecón sobre La Barra y desde el mismo el relleno del fondo submarino hasta la orilla de la playa. Con ello se obtendría una plataforma terrestre en la que, como necesitaba hacer por algún sitio, la ciudad podría crecer. Afortunadamente, este aspecto del Plan de Zuazo solo puede figurar en el apartado de proyectos no realizados y por ello, y por todo lo anterior, la Historia General de La Barra puede relatarse, sobre todo por lo no acontecido, como un capítulo de una historia mayor: la de los éxitos de esta ciudad.

Anticipo del horizonte

Mariano de Santa Ana

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