“Cuando dos caminos se separan… toma aquel que se dirija a la playa”. Hannah McKinnon

Mañana nubosa

La noche del Carmen

Las noches del Carmen en la isleta, en ese pedacito del mundo. Las calles se abarrotan en una clara muestra de la vinculación entre la Virgen del Carmen y la Isleta, en un día, que aunque no sea fiesta oficial, el barrio convierte en festivo: puestos, chiringuitos, música,…

Las chicas del barrio, Lucy del estanco, Guaci la hija de Mari, la pelu de Cristi, siempre cuentan que hay que pedirle a la virgen del Carmen, un buen novio, que sea un buen hombre, pero muy hombre, serio y formal, que te quiera toda la vida, vamos un hombre, un tío.

Durante nueve noches las chicas solteras, las madres, las abuelas pasean, con la virgen, acompañándola como cada año, son las fiestas del barrio de la isleta, de toda la vida.

Durante décadas han encontrado en este barrio refugio y apoyo, todos aquellos que eran perseguidos, y los que vivían al margen de las costumbres sociales, aquellos que por su condición sexual buscaban un rincón donde vivir, y dieron conocidos artistas para las noches de cabaret.

Vivir en el barrio, salir de el y volver para las fiestas. Por que no importa lo lejos que hayas llegado en la vida, aquel que ha nacido, que es de la isleta, vuelve por las fiestas. Cada año, con el calor del verano, sentarse con la puerta abierta, cogiendo la brisa,

Las fiestas del Carmen, son la ocasión para estar en la calle, los niños cambian sus horarios, las chicas pueden salir con sus amigas, y hacer como los mayores: soñar que se van haciendo grandes.

Durante esas noches de madrugada, se conocen a los chicos, caras nuevas, o esos que conoces pero que nunca has hablado. Estas noches, dan paso a miradas cómplices, a nuevos amores que trae el verano, algunas promesas, y recuerdos de aquellos que empezaron a hablar en esas calles.

Los chicos y los padres buscan mantener las tradiciones con la Virgen, con la seguridad de verse de nuevo, cada año, a los amigos, a los vecinos, a los de toda la vida. Pararse a saludar, como te va? y saber quienes están o se han ido del barrio.

La tradición aquí es del pueblo, desde la forma de vestirla, hasta el modo de subir y bailar el paso, tiene otro vaivén, aunque han ido entrando las costumbres y los cambios de las músicas. Aquí las cosas se hacen sin tanto recato, ni el señorío (de señoritos) de otros barrios de la ciudad, aunque si les gusta hacer las cosas bien, bonitas con la patrona.

Los costaleros aguardan preparados detrás del paso, para sustituir al compañero, pero llevan ese peso, ese orgullo como un rótulo, soy costalero. El paso de la Virgen lo llevan 30 costaleros, que ensayan desde finales de mayo o principios de junio. Uno de los costaleros, comenta que le resulta imposible explicar lo que siente el costalero cuando lleva a su Madre por la Isleta.

Otro del equipo, que este año –y quizá en los sucesivos- no puede salir por problemas físicos, llora como un niño chico en el interior de la iglesia cuando todos sus compañeros se meten bajo el paso.

Ángel es el “espejo” del paso, esto es, quien contesta a la llamada del capataz y dirige los movimientos de la cuadrilla acompasados a la música.

En silencio, el rumor de las gentes del barrio, el salir de madrugada y no con la luz del día favorece el intimismo y esa especie de halo mágico que lo envuelve, mezclado con el aire salado del mar, y las sirenas de los barcos, de ese puerto de la Luz, que lleva tanto tiempo y ha visto pasar a su patrona cada año.

Hay un fuerte “olor marinero” en toda la procesión, continuas referencias a símbolos náuticos (anclas, banda de música “La Pequeña Estefanía” con uniforme blanco…) habida cuenta del vínculo que existe entre la advocación del Carmen y todo lo relacionado con la mar.

En cada calle, en cada parada del paso, hay un deseo secreto, hacerlo mejor, más bonito, es el orgullo de la isleta. Las horas de preparación, las alfombras de sal teñida de colores, los fuegos, las rosetas (estandartes de fuego) que alumbran cada parada, en cada casa, en cada recodo del recorrido.

Impresionan las miradas de la gente en todo el recorrido, pero más aún en el momento de la salida, donde afloran las lágrimas no sólo de los mayores, sino también de muchos jóvenes.

Las esperas por ver el paso, se hacen cortas, y cuando llega, la gente se apiña contra las aceras, para poder tocarla, y dar el grito: Viva la virgen del Carmen!!!!

Las Palmas de Gran Canaria, a 26 de julio de 2012.

Vicente Benítez Cabrera

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