Aquella desaparecida barandilla de madera era como un imán; no había pandilla o grupo de amigos en las décadas de los 80 y 90 que no usara la vieja baranda del paseo de Las Canteras como punto de encuentro.
Nos pasábamos horas sentados sobre la barandilla de madera, de tertulia, con un ojo puesto en si venía algún agente de la policía de playa, porque en aquellos años estaba totalmente prohibido sentarse en ella. Seguramente, la prohibición era más por tu seguridad, ya que siempre existía el peligro de perder el equilibrio, caerte a la playa y hacerte daño, que por el deterioro que podía producirse en la madera al apoyarse.
La barandilla en aquellos años estaba pintada de rojo y blanco, y cada cierto tiempo debía ser repintada, sobre todo debido al maltrato que le dábamos al sentarnos sobre ella y poner los zapatos o chanclas sobre el barrote de en medio. Reflexionando sobre las barandillas actuales, de metal, las viejas tenían un mantenimiento más sencillo. Ahora, el herrumbre aparece cada cierto tiempo, y la ciudad se gasta una cantidad considerable de dinero en intentar que no salga dicho “mal”.
La “mala” moda de sentarse sobre la barandilla empezó a decaer con el cambio generacional, la desaparición de las pandillas playeras y con la llegada de las actuales barandas metálicas, que ocurrió cuando se hizo el paseo nuevo, a finales del siglo XX.
No tenemos constancia de algún accidente por estar sentado en aquellas barandillas de madera, una costumbre diaria de aquellas pandillas de aquellos maravillosos años para los jóvenes de entonces.
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