“Psicoanálisis en Las Canteras”

“Con marea llena, la parte de la Peña de la Vieja que se aprecia desde la orilla es como el consciente mientras que la que no se nota es como el inconsciente. Con la marea baja es, como cuando soñamos, cuando tenemos menos defensas, el momento de ver lo que estaba inconciente, para que uno pueda darse cuenta”. Esto lo he oído en Las Canteras.

Un psicoanalista canario, veterano, formado con psicoanalista de la escuela alemana, le decía, además, a un médico canario, también playero, por los años noventa, aprendiz de esas investigaciones, técnicas, terapias y filosofías: “Espera a que baje la marea. Se ve más. Incluso verás la Peña del Peligro”. “La hipnosis, tan importante en los orígenes de la formación del psicoanálisis, es como tumbarse en la arena e irse quedando muy relajado a compás del ritmo de las olas” “Pero la Asociación Libre, técnica clave, es como una de esas afectivas conversaciones largas y tendidas en la que uno habla y otro escucha sin mucha dirección”. “¿Y el diván?”. “Pesado de llevar hasta la arena, puede sustituirse por una toalla o una hamaca, ¿no te parece?”.

Cuando le persiguieron los nazis Freud se llevó el suyo desde Viena a Londres. Allá por los años sesenta, mientras en los muros de la playa aparecían unas frases pintadas del tipo de las que se oían en la radio: “Turismo decente, ¡si!, y mil veces, ¡si!, turismo indecente, ¡no!, y mil veces, ¡no!” “La moral del pueblo canario no se compra con divisas”, perseguido por los totalitarismos, el movimiento originado en Viena, el psicoanálisis, ya había madurado en este idioma aunque no en este país, donde los resabios en su contra aún no cesan, aunque ya ceden, casi eliminado aquí del todo tras su leve inicio antes del treinta y seis.

Ese “judío” llamado Freud, nacido hace ciento cincuenta años, era un desconocido de la “oficialidad” canaria aunque la “Interpretación de los sueños” había aparecido ya en 1899, con su teoría de la mente bien expresa. Un becario español en Berlín se había psicoanalizado, en los treinta, requisito previo para que alguien pueda ser considerado psicoanalista y después de unos inicios en Madrid, en el treinta y seis se fue, emigrante o exiliado, no se muy bien todavía y originó, con otro colega, en Argentina, el desarrollo más importante del psicoanálisis en

esta lengua.

Con uno de esos maremotos políticos y económicos del Cono Sur retornaron de allá, en los setenta, valiosos psicoanalistas, huidos de la macabra dictadura y que colaboraron en el desarrollo que aquí ya se venía dando; muchas otras personas, en otras oleadas, quizá deformadas por la penuria dineraria, vinieron a “hacer las Europas” y se disfrazaron de psicoanalistas creando confusión. Por otra parte, desde dentro, mucho alumno de obispo prohibidor y de otras teologías, vio tajo y consideró el atajo: reconvertirse en psicoanalista como quien se cae del caballo. Iluminados y desenfocados se lanzaron a hacer sus chiringuitos. Con la democracia y el acceso a formadores, el psicoanálisis quizá tenga ahora, aquí, una salud razonable.

En Las Canteras un joven que había mejorado en sus asuntos de relación interpersonal, canario, hijo de alemana, me enseñó, frente a la Peña de la Vieja, un ejemplar de la primera edición en alemán de la obra citada que su familia desde entonces había guardado. Incluso escondido. Ahora las obras completas circulan aquí desde hace años.

El concepto de psicoanálisis apareció en francés ya en 1896 y se le atribuye haber colaborado en destabuizar asuntos de sexo y hacer brotar a la luz pública aspectos no tan angelicales del ser humano en su patología de vida cotidiana, ha ayudado en el arte, la salud, la higiene mental, la interpretación del mundo y la recuperación de la conciencia individual.

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