Poema de Teresa Iturriaga Osa
Siéntate a mi lado en esta esquina soleada,
en esa cueva sobre añicos de cristal.
Mira al niño, alma cabello de ángel,
cruza la playa, se sienta en su rodilla maternal.
Ahora lanza una botella
al galope del caballito de mar.
Un deseo, dos deseos, tres deseos…
y el poniente le hace un gesto.
.
Pasa la tarde tumbado en su camita de coral.
Nada por aquí, nada por allá…
.
¿Pero quién te dice a ti
que la luz no se hace duende en una ola
—sí, una graciosa ola—
y no es ella la que rompe candorosamente
el preciado refugio del sueño?
Un diamante rojo,
un huevo turquesa,
una bolsa de tesoros.
.
Escucha el crujido de las conchas,
el azul vive contigo.
.
Navega tu mensaje, navega,
navega en unos labios surferos
que leyeron tus letras de La Cícer en altamar.
Acércate, gran susurro,
envuelta tu cara en diamantes, estela y tabla veloz.
La noche ya huele a talco,
durazno y beso de niño,
piel índigo del brazo de su arquero mayor.
Fotografía de Tato Gonçalves (cuadro/ colección T. Iturriaga)
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