Hablo de luz,
de fina arena, de sol
dormitando en la playa, donde se oye
pisar sin ruido,
sin herir, con solo
el suave caminar de su armonía,
el leve pie del agua y las gaviotas,
y el de aquella muchacha que ríe algas,
que muerde el sol
y nos lo da partido,
masticado con fe de luna y beso.
¡Mar, que es beso
en el beso
de la joven!
¿Dónde están, mar, tu rabia,
tu bordón
desatado,
tus locas embestidas?
Aquí llegas sumiso,
sin la bravura
de tus días de plomo:
llegas dócil.
Y te entregas al gozo de expandirte
por la playa,
como agua echada al viento.
Las Canteras te acogen
liso
y tierno,
sin aspavientos raros,
recostado,
sumiso tras la Barra donde mueres
entre espumas
y arcoíris de colores.
Ahí te entregas,
sencilla mariposa,
como un castillo de agua derribado,
o construido
con peces y mareas,
y mi visión,
que mira tú descanso.
En Las Canteras,
donde la energía
se hace suave gaviota enamorada,
o ligero reglón de convivencia,
y en el que hablan de amor
la arena y las palomas.
Amor húmedo,
silvestre, amable, incomprensible.
Pero cierto, real, enigma.
Vicente García Hernández. [mp_block_12 section_title=”Otros poemas ” columns_number=”2″ post_tag_slug=”Poesía, Poema, ” post_sort=”rand” post_limit=”6″]
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