Hay muchas playas dentro de la misma playa, distintas texturas, sonidos de rompientes que se van alternando y gaviotas que se posan en las peñas que la bajamar va enseñando a medida que descubre la desnudez de los fondos abisales. Las Canteras nunca envejece porque cambia varias veces cada día la piel de arena que dibuja los contornos de su orilla. Somos nosotros los que envejecemos la mirada cuando nos alejamos mucho de tiempo de la playa. Ayer no se veían más que sombrillas y miles de cabezas tratando de buscar su horizonte dominguero de paraíso cercano. La libertad es una toalla que uno lleva colgada al hombro cuando pasea por la orilla de cualquier playa. Da lo mismo la cantidad de gente porque el mar acaba silenciando todas las voces que no dicen nada. Un día azul y una playa de arena por la que seguir el rastro de las sirenas que alguna vez vararon cerca de nuestra alma. Es de lo poco que le pido a la vida. Un olor a algas que me salve de los extravíos cotidianos. Un lugar cerca de la orilla donde siempre pueda ponerme a salvo.
Texto: Santiago Gil