Me cuentan de una señora amiga mía que una de estas mañanas mientras se daba su paseo diario por la orilla de la playa desde La Puntilla hasta el auditorio se encontró asombrada con el cadáver de una gallina degollada en la zona de Peña, y que, sin poder remediarlo por el repelús que aquello le daba, se dirigió a la policía de playa para comunicárselo con la noble intención de que la finada descansase en un lugar más propicio. Los números de la policía, obsequiosos con la cívica dama al menos en las apariencias y las formas, le dijeron que trasladarían la información a los servicios de limpieza de la playa. Pero cúal no sería la sorpresa de nuestra amiga cuando a la vuelta del paseo, camino ya de La Puntilla, comprobó horrorizada que allí seguía el susodicho avechucho. Fue entonces que decidió enviarme el recado “porque tú, L., escribes ahí en esa web playera de don Tino”, y claro me vi en la obligación de hacerlo.
Y a todas estas, me pregunto yo: ¿qué hace una gallina sin cabeza en la playa? ¡Tomando el sol, desde luego no! A mi amiga y a mí, que nos hemos metido a aprendices de la señora Flecher y a Sherlock Holmes, se nos ha ocurrido la misma idea literaria: alguien en la playa o por la zona debe de estar dedicándose a rituales sospechosos, porque no nos parece verosímil que el flotante cadáver del ave llegase a Las Canteras arrastrado por la corriente desde el matadero municipal de Tinoca (que también podría ser). Pero, ¿se sacrifican gallinas en el matadero? Si la respuesta a esta pregunta es “no” tendremos que quedarnos con la respuesta literaria, querido Watson.
Sea lo que sea, nosotros pedimos humildemente ojo avizor a los servicios de vigilancia y limpieza por si apareciera como por arte de magia el cuerpo de otro sacrificado gallináceo.
Luis del Río García
En Peña, a 29 de noviembre de 2010
A Mery
