¿Cuál es la capacidad que nos hace replegarnos sobre nosotros mismos? Algo íntimo que nos recoge hasta convertirnos en criaturas sin cartílagos, ni huesos. Un pulpo replegado y de golpe avanzando. Un pulpo que da un salto en el vacío y se vuelve bailarín con su propia sombra. No sé qué pudo haberle sucedido a la mujer pintora y lectora que imaginó ese salto vertical. Un salto sobre la mismísima capacidad del pulpo a replegarse. Algo que languidece entonces puede redimirnos. Un movimiento para refugiarse puede de golpe ser también simulado para la defensa o para el más puro sacrificio.
¿Cuánto puede resistir un pulpo bailando con su sombra allende en los mares, allende en la barra amarilla, allende en la barra del medio?. Un pulpo en medio de la noche lunar o del blanco del lienzo. Sabremos agradecer su benévolo gesto.
Carmen G. Tortosa pinta los pulpos de Las Canteras así como pintó los volcanes marinos con espuma de cerveza. Nadando entre aguas crepusculares sus pulpos emergen de la orilla se alzan por encima del vientre del agua. Primero en su fase marina y después en su fase lunar. Nadando se adiestran en su vocación de anfibios con tres corazones; uno para el agua, otro para el aire y otro para el juego. Nadando salen de los fondos para estrechar sus venas azules contra las marismas. Un bouquet de algas les recoge sus tentáculos huidizos. ¿Plegados sobre sí mismo aprenden a contraer el mundo? Un mundo contraído puede ser igual de complejo. No por menos dimensión disminuyen los problemas. Así que en esos dos gestos el pincel aprende a contraer y a expandir su dimensión. Lentamente se piensan los pulpos en su quehacer.
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