“Cuando dos caminos se separan… toma aquel que se dirija a la playa”. Hannah McKinnon

Viernes: refresca algo el ambiente

Multas en la playa

Dedicado a los bañistas respetuosos de Las Canteras

A uno le sorprende que haya tanto infractor en la playa o acaso que la policía exagere en su funciones por aburrimiento, ordenanza o vaya usted a saber. En cualquier caso, ¿cómo es posible que siendo Las Canteras una playa tan amada y querida sea tan poco cuidada a veces? ¡Estamos ante un caso de playa maltratada “porque era mía”!

Pero no puede ser tanto como acabo de decir: que todo el que se sienta a escribir para los demás no puede resistir la tentación de exagerar para que le presten atención.

Multar en la playa se me antoja antinatural; no obstante, si hay que multar a quien no respeta las normas, que se le multe y punto. Como en la calle. Lamentable. ¡Ojalá no fuera necesario!

El comportamiento de la masa, el pueblo, el personal suele ser primario, sorprendente, infantil, incomprensible, de tirar piedras sobre su propio tejado; sólo así se entiende que algunos usuarios de la playa, por ejemplo, puedan saltarse las normas de limpieza y convivencia de Las Canteras. Claro que no es una cosa exclusiva de aquí, pasa igual en todos lados.

Hay una conducta inicial en el individuo que tira un papel o una colilla al suelo o a la arena que se basa en la convicción de no ser el primero en hacerlo (¡ni el último!). Nuestro individuo siente también cierto complejo de panoli, de bobilín, gili (con perdón), subiendo al paseo a tirar la colilla o el papelito de platina del chicle en la sucia papelera cuando ve por la orilla cómo la marea en los días de reboso trae toda esa porquería de plumas y plásticos que vienen como del matadero o de algún barranco que desagua y se lava. También le incomoda la posibilidad de ser casi el único que acata como un perrito faldero las a su juicio caprichosas ordenanzas municipales de doña Pepa, que es la que está ahora, de momento, en el machito.

Y es por eso que los jóvenes y no tan jóvenes guardias municipales de playa se cansan de pasear en pantalón corto por la arena y empiezan a mosquearse con el jueguito del gato y el ratón de los futboleros y paleros. Montan un operativo (que dicen en “El comisario” de la tele) con móviles, gendarmes apostados tras las farolas del paseo, otros que se acercan disimulando por la arena, y cuando llegan allí la pelota tan buscada ha desaparecido del mapa como por arte de magia: ¿estará en la arena? ¿estará en el agua?. Tiene que irse de vacío la poli; la pandilla basura queda tan ufana esperando perderlos de vista para sacarla otra vez y volver a la pachanguita, y la madre de los niños pequeños, que ha llamado a la policía para denunciar la insoportable molestia de los pelotazos, desesperada, se retuerce del cabreo y la impotencia.

¿Por qué es tan difícil que el pueblo cuide lo que ama?

Luis del Río García

En Las Canteras, a 10 de noviembre de 2006

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