Esta ola que cabrea, embiste,
rompe frente a la peña y hace trizas
el agua tersa que acudió al envite.
Esta ola de seda, de severa suavidad
que, cabreada, lanza en cuello de cisne
contra la piedra, la masa gorda de su majestad.
Este ala tempestuosa abatiéndose
contra el rocón enhiesto e imperturbable
testigo de mañanas y de atardeceres,
es el agua que da ritmo al planeta;
el agua de lo vivo, viva,
que horada o lame poco a poco la piedra.
El agua primordial, eternamente,
subiendo y bajando, lloviendo y nublado;
agua que da vida a las plantas y a los seres
que viven de continuo asustados.
He aquí esta agua, Natura, que nos has
generosamente prestado.
Agua que tocaron los pies del Buda, del Cristo
y de otros cristos y otros budas. Agua;
eres de sal de la tierra, el vínculo;
mis labios te han buscado desde el seno materno,
urgidos por la cruel supervivencia
te buscan cada día al amanecer;
unes lo material y unes lo etéreo…
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Esta ola, encabritada por la marea alta,
me ha sin darme cuenta hipnotizado;
mientras el sol, sobre mis hombros, brama
Rolando Campíns
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