“Cuando dos caminos se separan… toma aquel que se dirija a la playa”. Hannah McKinnon

Sábado de temperaturas primaverales

Momo, el mayor de los Hermanos Momos.

Costero, rudo, así era y es Momo. Cuando éramos niños lo veíamos inalcanzable, valiente. Quizás 200 o más rescates en nuestra playa, les daba igual el reboso o la correntada, allí estaban él con sus hermanos para salvar al extranjero desconocido e imprudente. Se oía primero aquella especie de sirena portátil, entonces a continuación, salían con el barquillo en busca del “guiri” en apuros, nunca fallaban, y después, sus fiestas, hasta altas horas de la madrugada.

Momo es de la generación del 36, y como sus tres hermanos, nació en la conocida calle de Ripoche, nieto de Doña Carmita Morán, de profesión “panadera”, e hijos de don Jerónimo, que también continuó la profesión de su madre. Cuando tenía tres años de edad, Momo y toda su familia se trasladaron a una casa terrera rodeada de arena y solares en lo que es hoy la calle Portugal, la cual daba directamente a la playa, y en su playa, empezaron a ganarse su pan y a labrarse su futuro.

Primero, a bordo del “Marilola“ con la pesca de bajura. Él y sus hermanos Ramón y Tito desde muy niños crecieron entre trasmallos y nasas, vendiendo lo que pescaban a sus vecinos; así se criaron, hasta que en los años 60 llegó el turismo, y con ello, el progreso. Al turismo lo aprovecharon al máximo, así la familia llegó a tener 500 o incluso más de las viejas hamacas de madera, que alquilaban a diario.

Compraron una falúa, la “Mª Teresa”, y en ella daban paseos a los turistas por un módico precio; ellos por su parte, por el trato recibido, aflojaban grandes propinas. Y de repente, como dicen ellos, todo se acabó. Empezaron a engañarlos, a robarles, a no darles bien de comer y el turismo se fue. Momo tuvo que volver a la pesca en África, hasta que se jubiló y volvió a la playa a recordar viejos tiempos y anécdotas de los tiempos pasados. Anécdotas como cuando aparecieron dos banderas republicanas, una en La Barra y otra en La Peña la Vieja, y el cabo Medina les obligó a ir y quitarlas. De cuando se cogió una chispa junto a Carmelo, Juan “El Portugués” y el recordado Jorge “El Pipa”, y se fueron a pintar La Peña de la Vieja de blanco, con la pintura que le había dejado el Ayuntamiento para pintar el muro de la playa. Y así, cientos de anécdotas que las cuenta con todo lujo de detalles como si hubiesen pasado ayer mismo.

Ahora Momo, hace algunos años nombrado “Playero de Honor” junto a sus hermanos por el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria continúa con su trabajo, casi hobby, de hamaquero. Y algunas veces, cuando la marea está buena, va a mariscar a La Barra, y es ahí donde vuelve a asombrar por su agilidad y su capacidad de buscar al pulpo, la morena o la lapa más grande.

www.miplayadelascanteras.com

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