El P.A.L.A. nació un veintiuno de enero de 1934, en pleno auge social de Las Canteras. La playa se estaba convirtiendo en un punto de encuentro para barrios, clases sociales y generaciones. Un grupo de amigos decidió crear un espacio donde impulsar las actividades deportivas, recreativas y culturales ligadas al mar. A la nueva entidad la llamaron Peña Ateneo Los Amigos, nombre que pronto quedó reducido a sus siglas: P.A.L.A.

Su primer presidente fue don Rafael Clares García, quien, con la ayuda de su directiva y no más de cuarenta socios, comenzó a consolidar la sociedad.
Tras su sede inicial en la calle Hierro el club se ubicó en el lugar que hoy ocupan parte del Hotel Reina Isabel, un solar amplio y abierto que permitía instalar escenarios, organizar bailes y contemplar la playa como parte natural del recinto. La idea era sencilla: vivir la playa y el mar en comunidad.

El primer local del Club PALA estaba en una antigua casa terrera a ras de la playa de Las Canteras, en la esquina de la calle Hierro, conocida popularmente por la gente del Refugio como la calle Sancocho. Desde allí, a fines de la Guerra Civil, pasó a la casa de la familia de Tomás Roca, junto a la mansión de Jesús Ferrer Jimeno, que fuera conocido militar y alcalde de la ciudad de Las Palmas en los años de la Guerra Civil. Esta vieja mansión fue vendida a la empresa del Hotel Reina Isabel. Recuerdo, de niño, que se llamó Villa María García. Por la parte trasera, dando a la calle Alfredo L. Jones, tenía un hermoso jardín con altivas palmeras y hermosos árboles y plantas tropicales.- José Ferrera Jiménez
En él se celebraban recitales poéticos, conferencias y tertulias literarias. También exposiciones de arte, en las que participaron artistas canarios como Manolo Millares, Juan Ismael o Felo Monzón. Además, se organizaban conciertos, veladas musicales y bailes que formaron parte esencial de la vida social de Las Palmas de Gran Canaria. En el P.A.L.A. incluso llegó a cantar don Alfredo Kraus.
El espacio, en gran parte descubierto, se adaptaba con facilidad. Los socios montaban los escenarios, decoraban las paredes o colocaban las sillas necesarias. La creatividad era parte del espíritu de la casa. Había también biblioteca, billar, ajedrez y un espacio fijo para la orquesta, que unas veces acompañaba exposiciones y otras se entregaba al baile.
Tras la Guerra Civil, el club ofreció un refugio de alegría y comunidad. Las fiestas de Primavera, San Antonio, los bailes de otoño o los célebres bailes dominicales -los recordados «arrollos»- quedaron grabados en la memoria de varias generaciones de playeros y vecinos de Las Canteras.
Allá por los años cincuenta y pico, en verano -no recuerdo el año concreto, cosas de la edad- se celebraban en el Club Pala unos bailes amenizados con orquesta que hacían las delicias de la juventud de mi tiempo. En ellos se reunían los jóvenes de aquí y también aquellos que venían de estudiar en la Península, a quienes nosotras, la juventud de entonces, esperábamos con verdadera ilusión y novelería. En esos bailes se fraguaban noviazgos que duraban… lo que tarda en llegar el otoño.- Concha Lacoste
El club fue, durante décadas, uno de los corazones sociales de la playa. Fue punto de encuentro, escuela de convivencia y plataforma cultural en una época en la que la vida comunitaria latía con fuerza frente al mar.
El Club P.A.L.A. destacó desde los años 30 hasta los 60 por ser el club más popular, ofreciendo una gran variedad de actividades artísticas y deportivas.
Allí cantaron los hermanos Alfredo y Paco Kraus, Paco Navarro, Antonio Ortega, Virginia Martín y Milagros Argüello, entre otros. En la sección deportiva sobresalieron los hermanos Paco, Alfredo y Pepe Farray en natación, submarinismo y piragüismo; en pesca y marisqueo, los hermanos Isaac y Paco Godoy; y en maratón, Juan Antonio Mentado.
Entre los socios más asiduos se encontraban Pancorbo; los hermanos Justo y Orfelín González (este último, destacado jugador de waterpolo); Pompo; Manolo Monteiro; Alberto Sánchez y Valanzategüi.- Francisco Bello
A principios de los años 60 coincidiendo con una progresiva diminución de su actividad social, y la construcción del hotel Reina Isabel en su ubicación la sede del P.A.L.A. se estableció en un edificio de la calle Pedro del Castillo Westeling. Sede que vera el final del club.
La disolución del Club P.A.L.A. no es solo el cierre administrativo de una sociedad, sino el final simbólico de una manera de vivir la playa, más coral, más popular y más abierta. Un tiempo en el que la playa no solo se visitaba: se habitaba.








