La Compañía Italiana de Cables Telegráficos Submarinos de Milán (Compagnia Italiana dei cavi telegrafici sottomarini di Milano) solicitó en diciembre de 1924 permiso al Ayuntamiento de San Lorenzo, municipio que por aquellos años alcanzaba geográficamente hasta la Peña La Vieja, para edificar un inmueble de dos plantas con oficinas en Las Canteras, con el fin de establecer un cable telegráfico que uniera Europa con América del Sur, con escala en Canarias.
El expediente municipal (n.º 43/1924) fue aprobado en aquellas fechas, y se otorgó licencia en diciembre de 1924, destacándose la importancia estratégica de la instalación para las comunicaciones de la isla.
Las obras se completaron y el edificio se inauguró en octubre de 1925.
El magnífico edificio servía como central de operaciones telegráficas, sala de máquinas y también como vivienda para algunos responsables técnicos. Italcable formaba parte de una línea que partía de Anzio (Roma), pasaba por Málaga, Las Palmas de Gran Canaria, llegaba hasta Fernando de Noronha (Brasil), Uruguay y, finalmente, Buenos Aires.
La actividad se prolongó hasta 1970, año en que Italcable dejó de funcionar en ese emplazamiento del paseo de Las Canteras.
A partir de los años setenta el edificio fue quedando obsoleto y fue demolido en 1979. En su lugar se alza hoy un bloque de apartamentos que conserva en su nombre la referencia a Italcable.
En mayo de 2010 se colocó una placa conmemorativa en la fachada del bloque actual, situada en el solar originario, en homenaje a los trabajadores italianos y españoles de la compañía, acto organizado por el consulado italiano y Luis Maccanti.

Aún hoy, algunos tramos del cable submarino telegráfico se dejan ver cuando la arena se mueve, tanto en la orilla como junto al muro de la playa, cerca de Punta Brava; son vestigios tangibles de aquella ingeniería pionera.
Significado histórico
Italcable no fue solo una infraestructura técnica: representó un puente entre continentes, un símbolo del avance tecnológico durante el primer tercio del siglo XX, cuando las comunicaciones dependían de cables submarinos y oficinas telegráficas.
Para la ciudad de Las Palmas, Italcable constituyó una parte importante del paisaje litoral, de la vida cotidiana de quienes vivían y trabajaban en Las Canteras, de los sonidos de la maquinaria y del teletipo, mezclados con el ruido del oleaje de Punta Brava.
“Mi casa daba al mar. Ese mar se metía en mi casa, y allí vivíamos felices, entre el salitre y el rumor de las olas”.
Marion Cavani, hija del primer director de Italcable, rememora así su infancia junto al Atlántico. Creció con sus padres y su hermana en un edificio imponente levantado en la playa de Las Canteras, a la altura de la actual calle Gravina. Aquel hogar familiar era, al mismo tiempo, la sede de Italcable, el punto donde los mensajes cruzaban el océano enlazando Europa con América del Sur.








