Pero si hay un colectivo que merezca un reconocimiento especial por su labor, ese es, sin duda, el grupo de mujeres y hombres que desde hace décadas trabajan en la playa por un bien insuperable: salvar vidas.

Los socorristas de la Cruz Roja —en mi caso, me refiero a los de la playa de Las Canteras (El Confital)— son merecedores de todos los premios. Su entrega desinteresada, a pesar de las difíciles condiciones en las que desempeñan su arriesgado trabajo, es ejemplar.
Están mal pagados, cuentan con unas instalaciones “tercermundistas”, trabajan lo mismo bajo un sol abrasador que con un frío que cala hasta los huesos. Y, aun así, no dudan ni un segundo en lanzarse al agua, arriesgando su propia vida cuando una —o varias— depende de su rapidez y eficacia.
La ciudad, o cualquier otra institución, puede otorgar condecoraciones a quien considere. Pero si yo pudiera entregar un premio, sin dudarlo, iría para estos salvadores de vidas ajenas.

Años 80.