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24/04/2025 04:30 🕦
Debes saberlo
En el mar, extremen las precauciones con la marea llena, en zonas abiertas al oleaje y en los pasadizos.

LA C.I.C.E.R., un proyecto de las entrañas de Gustav Winter por José Luis Abaroa Garro

Gustav Winter, fotografiado en su ancianidad en la playa de Las Canteras 📷

Hace ya diez décadas, la zona Cícer tenía otros nombres, playa de Guanarteme, etc, que nada en el fondo logrará quitarle, pero la visión de un ingeniero alemán para montar en la playa su fábrica de electricidad añadió el término por el que se la reconoce para la eternidad, siendo así que dicha fábrica también adquirió el nombre de fábrica de luz de Guanarteme como cierta simbiosis.

Antonio Goicoechea, presidente de la Compañía lo explicaba, la idea era propiedad absoluta de Gustav Winter y lo decía a pie de inauguración en octubre de 1928.

Y es que aquel proyecto se apelotonaba en los papeles cerebrales del alemán en las secciones donde sus neuronas no paraban de hablar de su proyecto, crepitando chispas desde una década antes…si el joven ingeniero había aprendido a hacer jabones, con el tiempo la fábrica de Guanarteme haría jabones, de harina de pescado, sal y picón; si importó motores, turbinas y transformadores con empresas anteriores, la C.I.C.E.R. tendría las mejores; si conoció sistemas de refrigeración, colocaría la última tecnología punta suiza, las grúas y polipastos más resistentes y elaborados, todo ello montado sobre el hormigón y los pilares de las fábricas Humboldt supervisado por él y su equipo; vendería electrodomésticos para la casa y motores para la agricultura en la oficina y tienda de Triana, todo lo que hasta ahora había representado y soñaría con límites extraordinarios mientras extendía cables y postes para iluminar las noches y las fábricas de las ciudades y pueblos de Canarias, y elevaría aguas que ya él había visto elevar a estaciones en la montaña para lanzarlas y convertir en energía para esas poblaciones con la presión de su propia pasión y las tarifas más competitivas por calles y barrancos, con subestaciones eléctricas diseñadas por los mejores y más afamados arquitectos; la financiación fluiría porque los políticos querían desarrollar Canarias, que era peligroso mantener tanta distancia y precariedad en las colonias para la monarquía, los últimos bastiones del imperio de aquella Patria que ya lloraba a Gibraltar; y ya se ocuparía él de negociar facilidades con las compañías alemanas, sus viejas conocidas.

Y los políticos canarios, primos de los otros peninsulares, creerían en el proyecto porque era un gran proyecto, que hasta en el papel el desierto majorero sería un vergel, y un emporio industrial de la transformación de la pesca, Lanzarote una fábrica térmica, como Lobos el salero de todo el proyecto, y África la nevera y la plataforma pesquera proveedora del desarrollo canario, que se vería magnificado por dos redes de ferrocarriles en las islas capitalinas, trenes fruteros y de pasaje más allá de los coetáneos y existentes. Todas las islas y Guinea Ecuatorial se admirarían al verse tan brillantes en los espejos con el proyecto realizado por la C.I.C.E.R. Parecidas eran las palabras del periodista y torrero José Rial dando la bienvenida a la perspectiva que se abría en 1928 con la Compañía de Winter.

¿Por qué Canarias? Porque tocó que Winter escuchó las altas voces en Madrid de los canarios como León de Las Casas, periodista y político palmero que le expuso las situaciones del archipiélago y que Winter juzgó las más adecuadas para la intervención en sus ideas, sus objetivos de vida, esos que una y otra vez insistió en repetir como casi fuera la máquina eterna.

Las volutas de su pipa dibujaban las piezas de su pensamiento como los diseños que luego patentará en tantos países europeos, las pausas para volver a encender su pipa, nuevos embriones, nuevos objetos de una lámpara maravillosa, a veces de humo, diseños de aire, pompas de jabón lejiador que inventara años antes.

Con la C.I.C.E.R. en marcha, su dirección y gerencia fue reconocida y extremamente personal, todas las empresas alemanas que participaron aseguraban esto, máquina a máquina , mueble a mueble, factura a factura y columna a columna, basas y paredes, tanto como legendaria … Y también legendaria, lo fue su propia marcha… que con la venia del lector y administradores, sus circunstancias podrán ocupar otro espacio en blanco de un próximo texto.

Fuentes: prensa histórica y Enciclopedia «Gustav Winter, con otra luz».

José Luis Abaroa Garro

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