¿Alguna vez ha mirado el mar y ha sentido cómo el mundo se hacía pequeño mientras un suspiro se escapaba de su alma? Tal vez se ha sumergido en sus aguas y ha sentido que el tiempo se detenía, que el ruido del mundo se desvanecía como un susurro lejano? ¿O quizás se ha maravillado paseando por la orilla mientras el sol se ocultaba lentamente en el horizonte?
Muchas veces, en estos momentos, experimentamos un sentimiento de admiración y asombro, una sensación de pequeñez frente a algo inmenso que nos deja sin palabras. Quizás sea porque somos un 70 % agua, o porque la inmensidad del mar nos sitúa en perspectiva, recordándonos nuestra conexión con el universo. En inglés hay una palabra para describir esta emoción: awe. Y existe una línea de investigación extensísima en psicología positiva acerca del fenómeno.
A los beneficios comprobados para la salud y el bienestar derivados del contacto con entornos acuáticos naturales, especialmente el mar, se les conoce con el nombre de salud azul.
La vida en nuestro planeta comenzó en los océanos primigenios de la Tierra. De ahí que podamos decir que el mar, además de una fuente de nutrientes y recursos esenciales para nuestra existencia, es nuestro origen biológico.
Nuestras lágrimas y sudor comparten composición salina con el mar. Y resulta sorprendente la similitud entre elementos de nuestros cuerpos esenciales para diversas funciones biológicas y los componentes del mar. Esta vinculación se conoce como biofilia.
La hipótesis de la biofilia es una de las tres grandes teorías que explican la atracción que sentimos los humanos por el mar. Hay otras dos: la teoría de la recuperación del estrés psicofisiológico y la teoría de la restauración atencional. No son mutuamente excluyentes, así que en combinación, todas contribuyen a esta sensación de bienestar.
Ya sea en la arena, navegando en su superficie, sumergidos haciendo deporte o simplemente sintiendo, meditando u observando, el mar nos permite dejar a un lado la opresión mental y liberarnos. Puede darnos esa sensación de bienestar que nos cuesta encontrar por nosotros mismos, lo que técnicamente se conoce como “restauración”.
Una persona con una discapacidad o una lesión que le impide caminar o moverse con agilidad, sí puede sumergirse en el mar. Puede cerrar los ojos y respirar. Puede olvidarse incluso de esa lesión que le impide moverse en tierra firme. De ahí la importancia de aprovechar los deportes acuáticos (especialmente marítimos) inclusivos para promover el bienestar psicológico de personas con discapacidades. Esto incluye adaptar embarcaciones, equipamiento y procedimientos para garantizar que todos, independientemente de sus habilidades, tengan acceso.
Desde la vela adaptada hasta el buceo emocional, pasando por el yoga y la meditación con tablas de paddle, hay una amplia gama de actividades que permiten que cualquier persona pueda conectar con el mar y experimentar sus beneficios.
Estas actividades no solo aportan bienestar físico y emocional, sino que abren una puerta para que cada persona, sin importar sus limitaciones, pueda sentir la conexión y la libertad que ofrece el mar. Porque el mar es de todos, y todos merecen la oportunidad de experimentar su inmenso poder transformador.
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La desaparición de la policía turística de Las Canteras ha convertido este lugar tan importante para la ciudad en un sitio sin normas, lo que perjudica enormemente su funcionamiento diario