La marea alta acercaba las dos orillas del istmo: naciente y poniente.
En esa década, a finales de los años cincuenta y principios de los sesenta, el istmo de Santa Catalina estaba en un proceso de ampliación. En toda la zona de “El Refugio” y “Sanapú” se ganaban terrenos al mar. Mientras tanto, en poniente, en Las Canteras, se empezaba a sentir el auge del turismo de masas.
La calle Albareda servía como frontera entre el bullicio transformador de naciente y la relajada playa de Las Canteras.
Aún no se habían construido hoteles tan emblemáticos como el Hotel Cristina o el Imperial Playa.
(Foto aérea de autor desconocido)
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