La curiosidad innata que tenemos los seres humanos nos lleva a hacernos preguntas sobre cuanto nos rodea: ¿Por qué se ha formado esto que veo? ¿Cómo ha evolucionado? ¿Qué pasará en el futuro?
Las dos disciplinas que más esfuerzo han puesto en clasificar nuestro entorno son la biología y la geología, pero no son las únicas. Si miramos algo más lejos, más allá de especies y rocas, podemos encontrar un entorno lejano marcado por la presencia de las nubes. Sus caprichosas y, en ocasiones, pareidólicas formas han servido de inspiración para artistas que, al menos desde el siglo XV, les han dado un marcado protagonismo en sus obras.
En el contexto de la llamada “revolución científica”, cuando el conocimiento se creaba de forma sistemática y a velocidad cada vez mayor, se establecieron sistemas de nomenclatura. Estos permitieron evitar cualquier ambigüedad a la hora de referirse a un ser vivo o a un mineral. Y, lo más sorprendente, también a una nube.
Pero ¿qué define a una nube? Escoja el lector entre las siguientes opciones:
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Están formadas por vapor de agua.
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Están formadas por agua líquida.
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Están formadas por agua sólida.