1933: “Ante la cercanía de la temporada de baños”

Siempre que el periodista, o el simple ciudadano preocupado, tiene o quiere referirse al problema, sin resolver, de nuestra playa de Las Canteras, lo hace tristemente, con la melancolía que engendran las cosas inexplicables y lamentables. Y se dispara siempre una pregunta, que tiene matices de indignación, leves ribetes de amarga ironía, y dejo melancólico de desesperanza: ¿Por qué no se vuelve la atención, toda la merecida, hacia ese venero rico de la playa de Las Canteras? ¿Qué misteriosa apatía tiene agarrada la iniciativa de nuestras Corporaciones, haciendo que no llegue nunca a la playa la acción transformadora? Claro es que esta pregunta es incontestable. Por eso habría que suspender su zarandeo y dejarla quieta en algún rincón; en el de las preguntas sin posible respuesta.

Algunas veces nos hemos asomado a las arenas y al mar de Las Canteras en compañía de gentes que habían salido del peñón y guardaban en las pupilas visiones de otras playas, extranjeras y españolas. Aún los mansos de temperamento tenían una remarcada mueca de estupor, un amplio gesto de asombro, y luego unas palabras cálidas de indignación, para aquel abandono. Surgió en todos la comparación y nuestro feliz lugar marino salió siempre ganando: el mejor en dotes naturales. Inmediatamente la reseña de la acción del hombre sobre la playa, dominando sus inconvenientes, mejorándola toda, dotándola de todos los elementos que exige hoy la afición de las gentes al mar. Hay cosas complicadas y de coste, pero las hay también sencillas y de gran eficacia.

Con una frase puede definirse el estado de Las Canteras: la playa es algo virgen, primitivo, con solo sus dotes naturales. Está, como pudiera estar cualquier playa de una isla salvaje de los mares del Sur. Ya tenemos casi en puerta el verano. En realidad, nuestro clima no da lugar a que la playa sirva solo para esta estación. Todo el año es primavera en la ciudad. A excepción de algún raro día, el baño de sol y de agua puede gozarse en cualquier época con el placer de quien lo disfruta en los días más cálidos de julio y agosto. Esta es una de las más altas excelencias de Las Canteras, capaz de mantener al turista todo el año, así como de hacerlo ir a sus aguas, cuando de paso viene, en la época que sea.

Habría que empezar por cosas menudas. Primero, limpieza absoluta. La playa está lamentablemente sucia, de papeles, de tierra, de plantas marinas. Tiene unos viejos muros, que pretenden marcar una calle, pidiendo la desaparición o la reconstrucción. Es además lugar de reunión de vagos, que duermen tirados panza al sol, sobre sus arenas calientes, y sitio de cita de golfillos, que ensucian, hacen hogueras, gritan estridente y maleducadamente, arrojan piedras y otras lindezas.

Después habría que atender a la cuestión de balnearios, casetas para bañistas, seguridades para el ciudadano sin aptitudes de pez; y por último atender a la atracción en grande, organizando fiestas, conciertos, regatas y cincuenta mil cosas más de uso en las playas. Si algo se ha hecho en beneficio de Las Canteras—claro que beneficio indirecto—es de iniciativa particular. Ahora y próximo a inaugurarse este, se ha construido en la playa un magnífico lugar para bañistas y huéspedes, que por la importancia que encierra para la atracción y mejoría de nuestras Canteras, merece la más cariñosa atención. Prometemos ocuparnos pronto del asunto.

Opinión

1933

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