A Manuel Padorno In memoriam.
Más allá de Punta Brava,
sobre el cayado de sus letras, caminaba el pastor.
Vagaba «hacia otra realidad»,
con sus cosas del alma trenzadas, peregrino
etéreo de la luz.
Vida enamorada posible, sin los límites estrechos
entre la tierra y el magma,
un mar arrugado de lino, tejido
por burbujas de sueños.
Lástima que nunca me atreviera
a saltar de mi ventana
y hablarte, poeta.
Tú nunca me miraste,
pero yo a ti sí,
testigo de mis íntimos
inviernos.
Y, de repente, te fuiste.
Como una cometa al viento, dejaste el hall de la vida.
Y ahora te alimentas de salvia,
estrechas los brazos del remolino, ya habitas
las estancias, los murmullos
del misterio,
un suelo convencido
sin desvelos ni huellas,
sin las dudas de tu arena.
Anda, vete preparándome una sombra,
una risa fresca
al borde de tus costas.
Y, mientras tanto,
besa y saluda
de mi parte
al guardián del universo.
Teresa Iturriaga Osa