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Foto: Teye de jovencita en la playa de Las Canteras.
El recuerdo más antiguo que tengo de la playa debe ser sobre el año 33 ó 34. Nos fuimos a vivir a Las Canteras. Entonces desde el Club Náutico hasta La Isleta era todo arena.
Habían unas casas más bien para veranear que para vivir fijo y a la altura de la calle de Sagasta habían unas cuantas en primera fila de la playa. Allí estaba la nuestra. Al lado estaban los Taylors (eran los abuelos de la chica que hace surf…), los Soler, los Hernández de la Peña y varios más.
Por la mañana después del desayuno salíamos a la playa y lo primero que hacíamos era mirar quien había puesto el primer toldo o la primera sombrilla.
Por la tarde, en una entrada que hacia la calle en la arena se solían sentar la señoras que vivían en los alrededores a coser, hacer punto o simplemente a hablar. A media tarde venia un señor con una vaca y su ternerito, las señoras le daban a sus hijos un tazón con gofio y azúcar y el señor de la vaca les llenaba el tazón de leche con mucha espuma.
Jugábamos al clavo, a la pelota, a piola, hacíamos una montaña de arena humedad y la saltábamos, hacíamos una marca en la arena y corríamos a saltarla a ver quien caía más lejos. Las niñas hacíamos casitas con arena, casitas para las muñecas y los niños hacían tiendas. Las verduras eran las algas que dejaba atrás el mar al bajar. También hacíamos castillos y volcanes, estos estaban prohibidos por nuestros padres porque dejábamos un cráter, metíamos trozos de papel y los quemábamos, entonces por el cráter salía humo. Todo esto lo hacíamos cuando el mar bajaba y la arena al estar húmeda se mantenía.
Por la mañana, cuando el mar estaba muy bajo venían unos hombres con rastrillos, hacían montañas de algas y luego venia un camión que se las levaban.
Para mi “mi playa de Las Canteras” siempre ha sido “mi playa”, aunque no haya podido volver a vivir en ella; es y será siempre mi playa.
Del paseo de Las Canteras parece que estoy viendo a unos obreros subir los baldes de arena para ellos mismos ir haciendo los escalones para poder bajar a hacer los cimientos. Mi hermano Gonzalo y yo éramos amigos de ellos y siempre a la hora de comer se sentaban a la sombra de nuestra casa a almorzar y descansar un poco, nosotros nos asomábamos a la ventana de la habitación donde jugábamos a verlos. También teníamos un amigo pescador que se llamaba José, mi madre se asomaba a la ventana y cuando veía pasar la barca de José, nos mandaba a Gonzalo y a mi por la orilla hasta La Puntilla a buscar el pescado. Algunos aún seguían saltando en el fondo de la barca. Mi hermano llevaba el dinero y yo el cestillo para traerlo a casa. Algunas veces José después de lavar la barca nos llevaba por la orilla hasta enfrenten de casa y mi madre bajaba a la playa a buscarnos.
Recuerdo cuando en Cardenal Pachelli, que después fue Pío XII, se paró a ver la playa con las autoridades que lo acompañaban, cuando el se dio cuenta que mi madre y mi abuela nos llamaban para que no molestáramos a aquellos señores y aquel cura con una capa encarnada, el muy sonriente se volvió y nos día su bendición.
Recuerdo también ver cruzar sobre el cielo de la playa el Zeppelín que luego se incendio. ¡¡ era enorme !!, por lo menos a mi me lo parecía, paso tan bajo que se veía a la gente dentro de la casilla.
Cuando ahora voy a dar un paseito a “ mi playa” ya no es “ mi playa”. Disfrutábamos mañana y tarde de ella, yo no se si los niños hoy en día disfrutan como lo hicimos nosotros. Íbamos al colegio por la playa, el recreo era en la playa y en las vacaciones disfrutábamos mañana y tarde de ella.
Por la mañana el baño….nadar hasta las rocas, tirarte una y otra vez y luego reunirnos en el toldo o en la sombrilla a donde íbamos a parar todos los amigos. Un paseo por la orilla de lado a lado una y otra vez.
Por la tarde teníamos nuestras pandillas donde nos reuníamos todos los días, hablábamos, nos reíamos y así crecimos año tras año y aparecieron nuestros primeros amores…. Y ahora al acercarme a los 80 años cuando voy con mi hija, solo el olor a mar y a roca me hacen volver a mi infancia y a mi juventud. Hay muchos momentos que estoy callada porque el olor a “ mi playa” no ha cambiado con los años y me vuelvo a ver joven, con los libros camino del colegio con mis compañeras, que según nos acercábamos al colegio ya se habían añadido unas cuantas más, la vida ha hecho que muchas ya no existan, piensas ¿ como ha podido pasar el tiempo tan aprisa ?
En mi imaginación me echo a pasear tardes y tardes, entonces todos nos conocíamos, no había peligro alguno…
Mi “ Paseo de Las Canteras” ya no es el mismo, hoy miras y miras y solo es igual el mar y su olor. La arena ha subido muchísimo y ya casi no se ven aquellas preciosas rocas. Pero sigue siendo “ mi playa”, tiene un olor especial, ha cambiado como hemos cambiado nosotros.
El paseo esta más sofisticado, con bancos, plantas, hay sitios que hay hasta palmeras en la arena, las barandillas son de aluminio. Solo que no hay aquella seguridad que había, ni que fueran dos guardias municipales para toda la playa. Hoy paseas y no ves una cara conocida….personas y personas que no conoces.
Creo en mi modesta opinión a pesar de todos los cambios que la playa ha sufrido si quitamos parte de la arena que se ha ido amontonando junto al paseo y que tapan parte de aquellas preciosas rocas, y con un poco más de vigilancia y limpieza, a pesar de los años, la playa volvería a ser nuestra “ playa de Las Canteras “.
Mª Teresa Pérez Melián
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