Se espera un domingo de playa, sobre todo por la tarde. Algo calimoso

Consejos para la población infantil y juvenil en los días calurosos de verano

Las quemaduras solares en la infancia aumentan las posibilidades de padecer cáncer de piel en la edad adulta

La Consejería de Sanidad aconseja extremar las precauciones con los más pequeños mediante el uso de factores de protección elevados, recuerda evitar la exposición al sol durante las horas centrales del día. También es muy importante que estén bien hidratados para prevenir posibles golpes de calor e insolaciones.

Cambiar el pupitre y las libretas por la playa y el bañador es el deseo de la mayoría de los niños. Pasan muchas más horas al aire libre, practicando deporte o simplemente jugando, lo que también lleva aparejado una mayor exposición al sol.

Las radiaciones solares aportan muchos beneficios para la salud, pero si la exposición es excesiva y sin la protección adecuada el sol se convierte en enemigo, sobre todo en edades tempranas. La piel de los niños es mucho más sensible que la de los adultos y por eso es muy importante extremar las medidas de prevención.

El enrojecimiento cutáneo (eritema) es el síntoma más evidente de que se ha producido una quemadura solar. Suele ir acompañado de picores y en los casos más extremos la quemadura puede llegar a provocar ampollas e, incluso, dolor intenso y elevación de la temperatura corporal.

La memoria de la piel

Esta afección de la piel, que se puede curar en un período relativamente corto, puede tener efectos nefastos en el futuro si se repite a menudo. En sentido figurado se puede decir que la piel tiene memoria. Así, todas las quemaduras solares que se sufran desde edades tempranas se van acumulando a lo largo de la vida, y aunque sus síntomas externos desparezcan a corto plazo, dejan daños no perceptibles a simple vista que, a la larga, pueden provocar importantes lesiones.

La más grave de todas es el cáncer de piel, una afección que puede aparecer muchos años después de las primeras quemaduras solares. Existen varios tipos de cáncer de piel. Uno de ellos es el carcinoma basocelular y el epidermoide. Su crecimiento, casi siempre, es local y suele tener un buen pronóstico cuando se detecta de manera precoz, aunque fatales si no se somete a tratamiento. El melanoma maligno es otro de los tipos que existen, una de las formas más agresivas de cáncer que se conocen.

Por eso es muy importante protegerse del sol y estar pendiente de los más pequeños, sobre todo de los que son totalmente dependientes, es decir, lactantes menores de un año y niños con edades comprendidas entre uno y tres años, aunque también hay que tener especial precaución con los mayores de cuatro años y con los adolescentes.

A la hora de prevenir los efectos del sol y del calor extremo es conveniente tener en cuenta una serie de factores como la edad de la persona, la actividad de practique, si padece alguna enfermedad concomitante, o el tipo de alimentación que recibe. En función de todos estos elementos es aconsejable seguir una serie de recomendaciones:

Menores de un año

1-Lactancia materna

Es la mejor forma de proporcionar la energía y los nutrientes que un bebé necesita, desde el nacimiento hasta los seis meses y, complementariamente con otros alimentos, hasta los dos años de edad. Esta práctica, recomendada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y por las Asociaciones de Pediatría de todo el mundo, supone también una excelente forma de protección frente a la deshidratación y la diarrea infantil, una de las causas más frecuentes de mortalidad en los países en desarrollo.

La lactancia materna es también una de las mejores formas de prevenir la deshidratación de los bebés, asociada al calor ambiental extremo, ya que aporta agua y sales de forma equilibrada y regular. Durante el primer mes de vida, la lactancia puede cubrir las necesidades de agua y electrolitos. En cualquier caso, debe ser el pediatra quien indique las necesidades de agua complementarias. A partir del sexto mes de vida, la incorporación de jugos de frutas y licuados de verduras pueden aportar la hidratación y los minerales necesarios.

2- No abrigar en exceso al bebé

El sistema nervioso central dispone de un mecanismo para regular la temperatura corporal que se programa en los primeros meses de vida. Cuando se somete a los bebés a una temperatura excesiva este centro termorregulador se acostumbra a considerar normal ese alto grado de calor, y sentirá frío si no lo alcanza. Lo mismo ocurre si se procede al contrario.

3- Evitar la exposición directa al sol

La piel de los niños pequeños es más sensible y sus mecanismos de protección no están totalmente acabados. Estos se completan con el crecimiento y desarrollo celular, que da mayor capacidad para segregar su pigmento a los melanocitos, que son las células que producen la melanina o pigmento que broncea la piel y le sirven de protección.

4- Controlar y vigilar la ingesta de líquidos y la frecuencia de la orina

Es muy importante controlar la calidad del agua que se da a los bebés. En este sentido, es conveniente saber que su contenido en sodio debe ser menor de 5-10 mg/l y que la concentración de flúor debe ser igual o menor de una parte por millón. También hay que evitar el suministro de líquidos azucarados e infusiones, porque concentran las sales del agua o pueden producir intoxicaciones.

Además de la ingesta de líquidos, es conveniente vigilar la diuresis, es decir, la frecuencia con que orina el bebé. Es tan sencillo como prestar atención a los pañales y observar si la frecuencia con que se moja es normal. Esto es importante porque la falta prolongada de diuresis puede indicar un cierto grado de deshidratación.

De uno a tres años y hasta los ocho

A partir de esta edad, los menores deben seguir una alimentación similar a la del adulto, ser capaces de detectar y demandar sus necesidades principales, así como desarrollar activamente su potencial dinámico. Sin embargo, precisan una vigilancia continuada. Se trata de evitar accidentes y de prevenir complicaciones asociadas al calor o a los rayos solares.

1-Utilizar protección solar adecuada

Hay que untar a los pequeños con cremas solares y ponerles camisetas, gorros de ala ancha y, si fuera necesario y posible, gafas de sol. Esto es especialmente recomendable en zonas donde la refracción solar es más alta, como en playas de arena blanca. Los fotoprotectores o filtros solares, ya sea en forma de crema, gel u otras presentaciones, deben tener siempre un factor superior al 15, con filtro UVA y UVB. Para los niños de piel clara, rubios o de ojos azules, se elegirá filtros iguales o superiores a 25 y, mejor aún, si son para uso pediátrico.

2- Cuidar la hidratación y la actividad física

El agua y los zumos de frutas naturales son los mejores ingredientes para garantizar una buena hidratación. Hay que garantizar que su ingesta es lo más frecuente posible. Además hay que tener especial cuidado cuando los niños practican ejercicio ya que no suelen valorar en su justa medida la fatiga y la sed que sienten. En cuanto comiencen a sudar en abundancia o su piel se enrojezca en exceso es conveniente procurarles un momento de descanso a la sombra. Además, si los niños tienen necesidades especiales es recomendable consultar al pediatra las medidas específicas que se debe adoptar.

De nueve a dieciocho años.

Las precauciones que deben adoptar los jóvenes con la llegada del verano son similares a las de otros grupos de edad, en cuanto a la necesidad de hidratación y de protección de la piel. Sin embargo, conviene resaltar que este colectivo es el más sensible a los accidentes en zonas de baño y el grupo de edad en el que la quemadura solar es más frecuente. Por tanto, es bueno tomar una serie de medidas:

1-Asegurar el uso de un calzado adecuado

Esta recomendación es especialmente importante para evitar resbalones y caídas en los alrededores de las piscinas. Además, un calzado adecuado para el uso acuático puede convertirse en el mejor aliado para evitar el contagio de hongos en las duchas de uso público.

2-Evitar las zambullidas bruscas y los saltos en el agua

Los saltos en las piscinas o en zonas rocosas de playa pueden causar accidentes y lesiones de todo tipo. En algunos casos son leves, pero en otros los daños pueden ser irreparables, afectando al sistema locomotor de manera permanente. Por eso es conveniente no lanzarse de cabeza en ningún caso, y mucho menos en zonas de baño que no se conocen.

Para este grupo de edad, y en general para toda la población, es igualmente recomendable mantener un buen nivel de hidratación mediante el consumo frecuente de agua, o zumos de fruta naturales, así como evitar los refrescos gaseosos y las bebidas muy azucaradas o alcohólicas. Además, la protección contra los rayos del sol utilizando cremas de alto factor media hora antes de exponerse a las radiaciones solares y el uso de gorras, gafas de sol y camisetas también es muy aconsejable para evitar daños en la piel y en los ojos.

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