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Recuerdos playeros de Juan Gilberto Santana, último artesano encuadernador de Las Palmas

– Juan Gilberto, antes de preguntarle por sus recuerdos de la playa de Las Canteras, cuéntenos un poco cómo empezó con el oficio de la encuadernación de libros.

– Bueno, los principios míos fueron en mi niñez. Existían una serie de colegios donde éramos internos y allí tenían diferentes profesiones, entre ellas, la encuadernación. Fue una cosa que me despertó desde el principio y aprendí muy poco, de verdad, porque eran tiempos difíciles y a los trece años tuve que abandonarlo para ayudar a mi madre, claro. Pero nunca lo dejé de lado, sino que seguí, siempre mantuve el espíritu de seguir aprendiendo, pero ya yo por mi cuenta, haciendo pequeños trabajos y demás.

– Así que usted fue preguntando a la gente que sabía…

– No, no. Desgraciadamente, no tenía uno tiempo para eso, porque tenía uno que pensar en sacar la familia adelante, no. Era el mayor de varios hermanos y, por cosas de la vida, me dediqué exclusivamente a encuadernar; y de verdad es que se aprende mucho en libros antiguos, viendo cómo están hechos y no están hechos y lo he llevado a la práctica hasta hoy. Pues, de hecho, hago mis propias creaciones, papeles pintados, tintar pieles, en fin, diferentes cosas que desgraciadamente se han ido perdiendo. Hoy, gracias a Dios, aquí, en mi encuadernación del nº 36 de la calle Mendizábal, en Vegueta, pues voy bien, tengo mi clientela propia, restauro libros antiguos y la gente me conoce bastante en esto de la encuadernación, ¿no? Entonces, la intención de uno es que eso no se quede ahí, sino enseñar a personas, que no se pierda, porque es una cosa creativa. Esto es un oficio como el señor que estudia pintura, por ejemplo, aprende lo básico y luego ya él desarrolla sus técnicas, imponiendo cosas nuevas que te pueden favorecer el trabajo y la creatividad, que es muy importante también. Diseñar lo que es la tapa de un libro, combinar colores de pieles, en fin… hay diferentes formas de encuadernar. Los materiales son una gama extensa, no sólo papeles, hay quien encuaderna con hojas de árboles secos… hay muchas, muchas formas de encuadernar un libro.

– Cuando usted era más niño, ¿qué tipo de materiales se utilizaban?

– Bueno, se usaba mucho la tela, que ya desgraciadamente hoy ya, pues, no se ve. La tela era lo más, lo más que se usaba; la tela y unos papeles de colores que venían y con eso hacíamos las encuadernaciones. Lo que eran los libritos pequeños de cuentos y cositas así, que era lo que nos gustaba. Como antes se editaban muchas revistas de cómics y cosas de ésas, pues se iban coleccionando.

– ¿Iban dirigidas a las escuelas?, ¿a los padres?

– No, no, no. A los niños, a los niños. Sí, yo recuerdo que estando incluso en el colegio, teníamos unos días de visita y, los que podían, claro, llegaban las madres con los cuentos y todo el mundo iba a ver, porque era semanal… para ver cómo había terminado la semana pasada y para ver cómo terminaba la siguiente, y cositas así. Hoy en día, se están recuperando esas revistas. Yo tengo clientes que te vienen con las revistas de Mortadelo y Filemón, de Pulgarcito, todas esas revistas que son antiguas, y las están recuperando, aunque están saliendo nuevas ediciones, pero lo bonito es cuando las ves tú que son del año sesenta o cincuenta y pico, y dices: “Jolines, pues mira, con esto nos entreteníamos nosotros leyéndolas y las encuadernábamos”.

– Claro, entonces no había otra cosa, no había televisión…

– Yo creo que la televisión en cierto modo es lo que ha retraído un poco lo que es la creatividad de los niños. La lectura, el tiempo de lectura. Exacto. No hay juegos, no hay… Antes, nosotros con cualquier cosita nos entreteníamos.

– ¿Por ejemplo?

– Bah… las caminatas que nos dábamos al campo… decir un domingo: “Venga, vamos a…” Y nos íbamos caminado, íbamos a San Mateo, otro a Teror, y caminando.

– ¿Caminando?

– Sí, sí. Caminando. O sea, eh…

– ¿Subir y bajar?

– Sí, sí. Íbamos, íbamos y veníamos caminando, pero era por eso, por pasar un rato bueno y disfrutar, ¿entiende? Lo mismo que irnos a la playa de Las Canteras, o sea, todo era una maravilla…

– Bueno, cuéntenos entonces cómo fue ese descubrimiento de Las Canteras…

– Pues, bueno, la playa de Las Canteras yo creo que tendríamos, pues, doce, trece años, pizco más o menos; que un día, pues, nos da por irnos a la playa, aunque ya…

– Pero… ¿sabían nadar?, ¿sabían nadar?, ¿o más o menos?

– Bueno, yo… yo tuve, yo sí, yo fui uno de los privilegiados, porque yo, en el colegio donde yo aprendí todo esto, pues, teníamos una piscina. Allí, además, teníamos muy buenos profesores que, de hecho, fueron campeones de España de natación, y sabíamos nadar, ¿no? Entonces, pues, eh… nos íbamos a la playa de Las Canteras y de verdad es que éramos los… vamos, yo creo que éramos los primeros que llegábamos a la playa. Nos sentábamos allí con el juego del clavo, en fin, que era, era una gozada, una gozada. Yo hace muchos años que no voy a Las Canteras y, cuando paso por allí, de verdad es que siento una añoranza… lo que era la playa de Las Canteras y lo que ha quedado, ¿entiende? Tanta arena…

– Y ¿cómo iban y venían?, ¿caminando?

– No, íbamos en la guagua. Cogíamos la… Me acuerdo que cogíamos la guagua aquí por el cine Cairasco, allí estaba la parada y allí… la no sé qué línea era en esa época, ¿me entiende? Íbamos todos con las toallas y, venga, como si fuésemos a una excursión, igual.

– ¿Y comían allí?

– Sí, sí, allí. Bueno, no, comer… no comíamos. Llegábamos allí, estábamos a lo mejor hasta las dos y media… las tres, y ya pues… de regreso a casa, ya entonces llegábamos a casa y almorzábamos, nos duchábamos, y entonces, ya era cuando decías: “Bueno, ¿qué hacemos?”; “Pues vámonos a caminar”; “Vámonos a San Mateo”; “Vámonos al barranco a jugar a la pelota” O sea, eran las clásicas caminatas, ¿no? Y, luego, los juegos nuestros… Pero de verdad es que fueron tiempos muy, muy, muy bonitos… que yo los volvería a vivir… De verdad es que me apuntaría otra vez a lo mismo, la verdad es que sí. A pesar de las necesidades, me apuntaría otra vez a esa vida porque son recuerdos inolvidables.

– Seguro que sí, Juan Gilberto, seguro que sí.

Teresa Iturriaga Osa

(Extracto de la entrevista realizada dentro del proyecto “Mediterranean Voices” cofinanciado por la UE)

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