“En el mar no hay pasado, presente o futuro, sólo paz”. Jacques Cousteau

Miércoles: buen tiempo, con menos calima

Las Canteras y sus poetas (1ª parte) por Mariano de Santa Ana

La playa grancanaria ha inspirado los versos de varios autores que han cantado o han reelaborado a partir de ella una imagen abstracta del mar.

Inspiradora de muchos poetas, Las Canteras es uno de los espacios míticos de la Isla.

Abogado, periodista, retratista, poeta …., no fue en principio Amaranto Martínez Escobar un personaje ajeno a la sociedad de su tiempo. Más aún, como hijo de un siglo, el XIX, encandilado por el mito del progreso, el escritor se dedicó como pocos a la emancipación de sus conciudadanos. Socio fundador del Museo Canario y director de la Sociedad Económica de Amigos del País, Martínez de Escobar trabajó con denuedo en pro de la I República para desterrar el fantasma de una monarquía en la que veía la causa última del retraso de España. Con todo, llegado un momento, tantas ilusiones se desvanecieron al comprobar finalmente que, más que un ser fraterno, el hombre es un lobo para su semejante. Es por ello que el prócer gran-canario decidió pasar sus últimos días aislado en la entonces casi deshabitada playa de Las Canteras, donde se instaló hacia 1899, convirtiéndose de paso en el primer poeta que celebraba con su verso esta extensión del litoral insular.

De haberse cumplido su dictum aquel misántropo vate de luengas barbas habría no obstante acabado huyendo de su casa, sobre la que no hay acuerdo respecto a si es la morada actual del poeta Manuel Padorno o la que ocupa el solar 61 B de la calle Franchy y Roca, al ver como lo que entonces no era más que un extenso arenal casi desértico es hoy el barrio más bullicioso de la ciudad.

(Las Canteras del Puerto de la Luz, fragmento)

Déjenme allá en Las Canteras

Que me vaya bien o mal,

Pues saben que este peral

Está seco y no da peras.

Que a esta hora tengo costumbre

De refrescar la memoria,

Recordando alguna historia

Al rescoldo de la lumbre.

Y relatando consejas

Y removiendo cenizas

Y haciendo mil honras trizas

Ya apolilladas y viejas.

Dejad que viva tranquilo,

Sin reloj ni calendario;

Solo oyendo el campanario

De algún benéfico asilo.

Que en aquella soledad

Paso la vida serena,

Huyendo de la gangrena

Que invade la sociedad.

Allí oxígeno se aspira

Y se va del bien en pos,

Allí la gracia de Dios

Donde quiera se respira.

Allí en aquellas riberas

Se cansa uno de vivir…

Quien no se quiera morir

Que se vaya a Las Canteras.

(Amaranto Martínez de Escobar, “Poesías”)

No hay constancia de que Don Amaranto y Saulo Torón llegaran a tratarse, pese a que el autor de El caracol encantado vino a vivir con apenas diez años al istmo de la Isleta. En todo caso, de haber llegado a tener referencias de los versos que con el tiempo publicaría su entonces joven colega, Torón habría recibido de todo menos complicidad, habida cuenta del desprecio que sentía Martínez de Escobar hacia el incipiente modernismo.

Como recuerda María Isabel Torón, hija de Saulo, el autor de El caracol encamado, que con Alonso Quesada y Tomás Morales integra la tríada del modernismo grancanario, compartió con sus homólogos más de un momento de animada discusión al cobijo de la caseta de Galán, un precario balneario que existió por la Puntilla. No es difícil imaginar a los tres líricos confrontando sus divergentes puntos de vista sobre el movimiento líquido que se extendía ante sus ojos, pues para Quesada es una llanura que le separa de la Historia y para Torón un límite íntimo ante el que masculla sus canciones de !a orilla.

(Alucinación de la mañana)

¿Quién derramó tanta luz

sobre el mar esta mañana, que hasta las olas parece

que se deshacen en llamas?

¿Quién aprisionó en mi mente

el tormento de soñar,

que la realidad me llama

y no acierto a despertar?

(Saulo Torón, “Canciones de la orilla”)

Una de aquellas canciones está dedicada precisamente a Josefina de la Torre, otra de las voces de la Playa. Miembro de la generación lírica del 27, la vivencia de Las Canteras primero y su recuerdo después han sido un ingrediente central en la producción de la autora de Poemas de la isla. Muchos de sus veranos están marcados por la casa que la familia tenía en el solar donde hoy se encuentra e! restaurante Colón Playa, emplazamiento también del célebre Teatro Mínimo en la que Josefina, primera dama del Teatro Nacional, y su hermano, el escritor Claudio de la Torre, representaban obras dramáticas, Josefina, a quien su compañero de promoción Pedro Salinas calificó como muchacha-isla “rodeada de agua por todas partes”, fue también una consumada nadadora y junto a sus méritos literarios consta así mismo en su haber el haber fundado en Las Canteras el primer club de natación de Las Palmas.

(Noches sobre la playa, fragmento)

Noches sobre la playa: rumor de orilla fresca.

Blanco batir de remos que la sombra sorprende.

Sobre la barra grande los hachones de pesca,

y un cuerpo perezoso que en la arena se tiende.

En lo alto de la Isleta el faro gira y gira.

Un denso olor a algas…Venus, la Osa Mayor….

Rasguea una guitarra. Una mujer suspira

La brisa trae aromas de madreselva en flor.

(Josefina de la Torre “Poemas de la Isla”).

Suplemento Nº653 “Cultura” de La Provincia-DLP

julio 2001.

2º Parte

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