Era una de esas noches cálidas que tenemos en canarias, 3 kilómetros y medio de paseo para ponernos al día, para hablar del pasado, y que pasado!
Salimos del coche, nos miramos y no hizo falta hablar, habíamos cambiado, pero sentíamos lo mismo. Una conexión que nunca pudimos explicar, que nunca quisimos entender. Nos cogimos de la mano y empezamos a caminar recordando nuestro primer beso, su primer beso.
Tardé un tiempo en saber fui yo el primero que la besó, tardé, pero aún era un tiempo en el que eso importaba. En aquel entonces, el mundo parecía ir más despacio, disfrutábamos más del presente, un presente en el que esperar a que la lluvia amainara era un regalo y no un castigo.
Después de ese beso, no volvimos a vernos, ni si quiera era un recuerdo presente, no sabíamos nada el uno del otro hasta pocas semanas antes de esa noche. Los dos fuimos tocados y hundidos a la vez y supongo que su pena llamó a la mía y, en cuestión de días, de bastantes días, habíamos limpiado los escombros y habíamos encontrado vida bajo ellos.
Compartíamos más gustos de los que recordábamos, nos tenían en vilo las mismas series, nos sorprendíamos el uno al otro con cada nuevo título de película y comentábamos los libros como si compartiéramos estantería.
Llegamos a la puntilla, caminábamos lento pero el tiempo se fue deprisa. El pasado estaba al día, nos soltamos de la mano y pasamos al presente y en ese mismo momento, nos dimos cuenta de que nuestro futuro acabaría al recorrer los 3 kilómetros y medio que separaba quienes fuimos de quienes somos.
Alberto Ruiz García.
Ayúdanos a seguir informando día a día sobre nuestra playa: dona
