“Cuando dos caminos se separan… toma aquel que se dirija a la playa”. Hannah McKinnon

Sábado de temperaturas primaverales

“Ripoche Street” en los años setenta

En aquellos años de apogeo turístico, la calle Ripoche era la vía vital que unía la playa de Las Canteras con un animadísimo parque de Santa Catalina.

Por aquellos años Ripoche era una calle muy comercial y turística: muchísimas tiendas, algunas de “hindúes” junto a otros comercios, restaurantes y bares, eran de un trasiego constante de personas, aunque no fuese una calle peatonal.

“Ripoche Street” también tenía un gran ambiente nocturno: algunas discotecas atraían a los turistas y “a los de aquí” en plenos años de apertura y libertad. Algunas “discos” históricas de la calle fueron La Alhambra, el Bongo o la Tigaday.

Citando a Jesús María Arozemena:

Ripoche Street es otra cosa. Es el paso y el paseo hacia los centros de diversión, hacia Las Canteras, hacia los apartamentos… En Ripoche no se ven las esquinas; todas están llenas de gente. ¿Qué hacen? Nada. Ripochear. Es un verbo nuevo, el de la espera y el traslado de unos a otros, el de la conversación con quien pasa en su coche despacio, mirando… Suenan las máquinas tragaperras, alguien se acerca a pedir fuego, en «La Madrileña» se hacen unos churros deliciosos casi las veinticuatro horas del día. Todos se conocen en Ripoche Street. Casi forman una familia, a veces no demasiado bien avenida; las peleas y las malas caras duran poco.

En la alta madrugada el parque y Ripoche toman un momento de reposo. Pero siempre queda alguien que pasea, que se apoya en el puestecillo cerrado o que se sienta en un banco o en las sillas.

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