En aquellos años de boom turístico, la calle Ripoche era la vía vital que conectaba la playa de Las Canteras con un parque de Santa Catalina muy animado.
Ripoche en los setenta era una calle muy comercial y turística: había muchísimas tiendas, algunas de ellas de “hindúes”, junto con otros comercios, restaurantes y bares. El constante trasiego de personas era notable, a pesar de que no fuera una calle peatonal.
“Ripoche Street” también tenía un gran ambiente nocturno: algunas discotecas atraían a turistas y lugareños en plenos años de apertura y libertad. Algunas discotecas históricas de la calle fueron La Alhambra, el Bongo o la Tigaday.
Citando a Jesús María Arozamena:
“Ripoche Street es otra cosa. Es el paso y el paseo hacia los centros de diversión, hacia Las Canteras, hacia los apartamentos… En Ripoche no se ven las esquinas; todas están llenas de gente. ¿Qué hacen? Nada. Ripochear. Es un verbo nuevo, el de la espera y el traslado de unos a otros, el de la conversación con quien pasa en su coche despacio, mirando… Suenan las máquinas tragaperras, alguien se acerca a pedir fuego, en «La Madrileña» se hacen unos churros deliciosos casi las veinticuatro horas del día. Todos se conocen en Ripoche Street. Casi forman una familia, a veces no demasiado bien avenida; las peleas y las malas caras duran poco.
En la alta madrugada el parque y Ripoche toman un momento de reposo. Pero siempre queda alguien que pasea, que se apoya en el puestecillo cerrado o que se sienta en un banco o en las sillas”.
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