“Cuando dos caminos se separan… toma aquel que se dirija a la playa”. Hannah McKinnon

Viernes: refresca algo el ambiente

Hasta siempre maestro Fachico

Se nos fue el maestro Fachico. Francisco Rojas Fariña el fotógrafo ha muerto.

Para todos los fotógrafos de mi generación Fachico ha sido el maestro en quien fijarse y el modelo a seguir.

Fue un gran fotógrafo, de lo mejores de la historia de Canarias, una leyenda, pero que gracias a su enorme sencillez nunca te miraba por encima de hombro, es más, te felicitaba efusivamente cuando le gustaba alguna de “tus” fotos . Te venia y te soltaba a botepronto el halago, y tu aprendiz de retratero te inflabas más que un “tamborín”, solo era capaz de contestarle ….. un gracias maestro.

Fachico fue un fotógrafo de gran actividad, fotografió como nadie a los intelectuales canarios de varias generaciones, son conocidos sus retratos a Cesar Manrique, Millares o Dámaso, entre otros. Tuvo incursiones en la fotografía abstracta y surrealista, sin olvidarnos de que deja un impresionante archivo fotográfico de la vida de estas islas. Sus fotos de Lanzarote y La Graciosa de los años 50 son fantásticas.

La ultima vez que lo vi fue aquí en la playa de Las Canteras, retratando una puesta de sol primaveral, me alegro verlo con mucha ilusión, foto va foto viene, como si no lo hubiese hecho nunca, y es que el maestro Fachico nunca abandono la pasión por su trabajo, por retratar con sus cámara las bellezas de sus islas atlánticas, de como éramos, de como vivíamos y de como somos ahora.

“Fachico no te olvides de llevarte la cámara y el flash, y es que ahora te toca retratar ángeles”.

Hasta siempre fotógrafo. Gracias por todo.

Tino Armas

QUE ES LA FOTOGRAFÍA. MOMENTO ACTUAL Y FUTURO…

 por Francisco Rojas Fariña

De un modo conciso podemos decir que la fotografía es un medio de expresión, con tantas posibilidades como la misma palabra. Por lo general suele estar al servicio de alguna idea, ya sea elemental o compleja, y más o menos clara o difusa. En la funcionalidad, pues, o mejor, en el servicio, tiene la fotografía una de sus características más acusadas.

 Se ejerce en un ámbito con perfiles dilatados que se extienden casi hasta el infinito. Puede practicarse como un simple entretenimiento, no cultivarse encumbrándola a lo más depurado del arte, sobrepasando el oficio de cada día, si se quiere, o atravesando los recovecos más insólitos de la profesión

 Todo depende del fotógrafo, de sus motivaciones y finalidades. La foto será buena, no sólo por sí misma, sino en la medida que se adecue a estas dos premisas fundamentales: el motivo y el fin.

 Pienso que estamos ante un criterio de estimación importante dentro de la estética fotográfica actual: la adecuación al origen y a la finalidad. Como decimos, las bondades emanan primero de las propias características de las fotos, y luego de la finalidad a las motivaciones, tanto al servicio que ha de cumplir, si fueran los casos.

Una fotografía sola, en el mejor de los aspectos, es como una frase suelta: que aunque sea buena en sí, enmarcada o aislada a la antigua usanza, y salvando contadas excepciones, puede resultar estéril y hasta contraproducente, “fuera de contexto”. Digo a la antigua usanza porque la fotografía solitaria tuvo su vigencia: la época de la foto por la foto.

 El arte fotográfico nació como una técnica. El arte estaba precisamente en la técnica, en los secretos y sorpresas de la técnica, en dominar fórmulas y resultados escurridizos; y el que lo lograba era un “creador” un descubridor. Con el tiempo, bien entrado el siglo XX, el arte se fue alejando de la técnica hasta ocupar su lugar etéreo en los aledaños de la creación y de la sensibilidad, y la técnica quedó ubicada en su lugar, como oficio puro, de soporte fundamental.

 La fotografía en sus principios fue lenta y laboriosa. Su finalidad estaba en sí misma. Hoy se ha salido del aislamiento, trasciende fuera de su marco. Es dinámica, está en relación con motivaciones y finalidades: resulta, a veces, complementaria del sonido, de la música o de la palabra. En general, de la vida toda. De aquí mis proyecciones de diapositivas sonorizadas… o el espectáculo total, si fuera necesario… (multimedia).

 Pero voy demasiado aprisa. Lo que quiero exponer es la enorme dificultad que existe para definir un hecho, denunciar una situación, comunicar un sentimiento o expresar lo que sea …, en una sola imagen. En principio se hacen necesarias las series… o alguna explicación complementaria; sobre todo ahora que estamos en la época de las “claves fotográficas”. A no ser que se trate de una foto con vocación de premio Pulitzer

 Por supuesto, la fotografía sigue siendo oficio, como es lógico, y sigue necesitando su dosis de sensibilidad (a veces hasta negativa). Tanto la técnica como la creación son en estos momentos más complejas (piénsese en la fotografía digital, aquí tendríamos que abrir un paréntesis); y, sin embargo, ahora más que nunca están al alcance de todos. La técnica nos la dan resuelta, y la creación, como siempre, anda por los linderos de la sensibilidad. 

 Ampliándose el paréntesis, es de rigor manifestar que con la digitalización por ordenador se pueden reproducir, mejorar o mezclar, prácticamente todos los procedimientos fotográficos, desde los más simples hasta los más engorrosos (solarizaciones, bajo relieves, posterizaciones …), con una precisión y una rapidez fantásticas. Siempre nos faltará imaginación para escudriñar en el escaparate infinito de sus potencias. Lo de corregir, retocar, quitar, superponer, dilatar, suavizar, enfocar, colorear, saturar… y mil opciones más son cosas de niños. Por ello, porque es un mundo de posibilidades, conviene cerrar el paréntesis y volver a los principios evidentes, a la discriminación primaria, a la sensibilidad, para domeñar paso a paso esta tremenda herramienta que es el ordenador. Pero se usará tanto que, en adelante, pocas serán las fotos del apartado de publicaciones que no sean tratadas en el ordenador para mejorarlas “sensiblemente”, o para recrearlas.

 La sensibilidad es como la facultad de penetrar certeramente en la escena de las cosas. Se abandona lo superfluo para conseguir un esquema armónico de vitalidad superior. Armónico en sí y en sus relaciones. Es un poco el sentido común de la fotografía. Ya no nos basta que la escultura, la pintura o el edificio sean buenos en sí. Tienen que ser, además, adecuados al emplazamiento, a la circulación, a las distancias, a las alturas,… Tampoco quiero decir, repito, que una sola foto, abstraída, jamás sea buena. Las hay tan potentes que no necesitan acompañamiento de clase alguna. Pero son tan pocas y necesitan unas circunstancias externas tan especiales, que la mayoría de las veces están fuera del alcance del fotógrafo individual. Tenemos que convenir que no es normal definirlo todo sintéticamente, con una sola toma. 

 Pero aparte de la síntesis existen otros métodos, el analítico, por ejemplo. Si hay que acudir al análisis, se recurre desmenuzando la cuestión que sea en partes esenciales, en fotos distintas o similares hasta dar con el “quid divinum”. O también se puede recurrir al método histórico: para saber lo que las cosas son es preciso pensar o relatar cómo han llegado a ser lo que son… y el esclarecimiento resplandece con el orden en el tiempo. O al método existencial, que es algo así como meterse dentro del asunto y palpitar con él para conocerlo íntimamente; y luego alejarse para verlo sin influencias, objetivamente, con la fría razón.

 Cualquier sistema puede ser válido… o varios reunidos: todo depende de la adaptación al asunto, al motivo y el propósito final, si aplicamos ese sentido común fotográfico, o artístico, que es la sensibilidad.

 De otro lado, cuando caemos en la cuenta de que en el aspecto creacional existen dos cuestiones fundamentales, una emergente (creación) y otra de adaptación (crítica), comenzamos a vislumbrar la complejidad del asunto. Nos encontramos, ahora, con un problema de ida y vuelta, sin soluciones claras: se puede crear sin que nadie capte la sintonía (predicar en el desierto); o se pueden encontrar signos y matices donde no hubo ninguna intencionalidad, quizás intuiciones, por parte del autor.

 Lo que llamamos belleza se encuentra tanto fuera de nosotros como en nosotros mismos. Pero la belleza con minúscula, sin adoraciones. Se le ha dado demasiada importancia al arte. Se ha vivido para el arte sin caer en la cuenta de que debería ser todo lo contrario que el arte sin caer en la cuenta de que debería ser todo lo contrario: que el arte tiene que ser para la Vida con mayúscula. El carácter que exigimos a cualquier obra –juzgada desde el punto de vista artístico- es precisamente aquello que nos revela o sugiere respecto a la escala de valores y a la personalidad del artista, respecto a su sensibilidad, o a su intención creativa. Es claro.

 Consecuentemente, la crítica sigue iguales derroteros: la obra será juzgada según la sensibilidad del crítico, según su personal escala de valores. El constructivo resaltará los valores estructurales; el poeta, los sugerentes; el expresionista, los de cualquier tipo de mensaje; el cronista sólo dará valor a lo que pueda constituir un documento de la época; el aristotélico se fijará en la síntesis (el equilibrio entre el fondo y la forma); el existencialista…; y así sucesivamente, según, también, las costumbres y modas de cada época. 

 Yo creo en todo esto y en bastante más. Todos los criterios de estimación pueden ser buenos… moderadamente buenos … y hasta rematadamente malos. Dependen también de las acertadas o erróneas adaptaciones al tema y a los motivos y fines, en su caso, dentro de esa compleja red de relaciones e interdependencias, que liga todos los factores en un momento determinado. 

 En definitiva, que para hacer buenas fotos, como para vivir con calidad, tenemos que estar al tanto de todas las corrientes, buscar caminos, escudriñar valores y adecuarlos alas nuevas formas de vida, sin obsesionarse en el empeño. Así podremos presentir futuros modelos estéticos, que en su indudable tendencia a lo veraz, a lo simple y elemental, irán ganando en complejidad para ser más naturales y trascendentes. Digamos sociales.


 Ni la vida, que importa; ni el arte, que no importa; pueden encerrarse en fórmulas concretas, resabidas o aprendidas. Quien viva o haga fotos según normas gastadas, pertenece al pasado; y, por consiguiente, hoy se puede considerar, artísticamente, muerto para el futuro.

“Revista Profesional Kodak” Madrid l972

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