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La Isleta rinde homenaje a dos de sus símbolos más representativos del pasado: el Torreón de agua salada y la Casa Roja. Ambos elementos, aunque distintos en función y forma, comparten un legado común como pilares del desarrollo urbano y sanitario del barrio durante el siglo XX.
Su existencia refleja la historia de un barrio que, a pesar de las adversidades, ha sabido adaptarse y evolucionar.
El homenaje dibujado en las paredes del barrio, en la calle Agustín Ramos —concretamente en los laterales de la escalera de acceso a la plaza del mismo nombre, lugar donde antaño se alzaba el Torreón de agua salada— no solo reconoce, desde hace algunos años, el valor histórico y arquitectónico de estas estructuras, sino que también subraya la importancia de preservar la memoria y la identidad de La Isleta para las generaciones futuras.
El Torreón: vigía del agua salada
En las décadas de 1940 y 1950, se erigía en La Isleta un imponente torreón de 25 metros de altura que albergaba un depósito de agua salada. Situado en la intersección de las calles Faro, Bentagache y Coronel Rocha, este depósito era alimentado por el sistema de bombeo de la Casa Roja. El agua almacenada se utilizaba para baldear las calles y plazas del barrio, e incluso, en ocasiones, para llenar la piscina del barrio.
Con el tiempo, y debido a su estado de deterioro, el torreón fue demolido, pero su recuerdo permanece vivo en la memoria colectiva del barrio, en parte gracias a las innumerables fotografías históricas que recogen su imponente presencia.


La Casa Roja: corazón del saneamiento
Construida en 1930 como estación elevadora de aguas del Puerto, la Casa Roja desempeñó un papel crucial en la mejora sanitaria de La Isleta. En una época marcada por la insalubridad y las epidemias, esta infraestructura permitió bombear las aguas residuales del barrio hacia el mar de la bahía de El Confital, contribuyendo significativamente al saneamiento del entorno. Además, en su planta superior residía el maquinista encargado de su funcionamiento, lo que le confería un carácter singular al edificio .
A lo largo de los años, la Casa Roja ha sido testigo de la transformación de la costa isletera y ha albergado diversas iniciativas culturales y sociales.
En la década de 1990, por ejemplo, se llevaron a cabo talleres y actividades comunitarias en sus instalaciones.
Más recientemente, plataformas vecinales han abogado por su rehabilitación y conversión en un espacio sociocultural que sirva como punto de encuentro para los habitantes de La Isleta.
