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Desde la perspectiva de El Confital, las imágenes de las antiguas factorías de pescado y almacenes en la zona que hoy conocemos como el Lloret resultan impresionantes.
En tan solo cuatro décadas, este frente costero a la bahía de El Confital ha experimentado una transformación radical. Lo que antaño fue un enclave industrial vinculado a la industria conservera, hoy alberga algunos de los iconos arquitectónicos y culturales más representativos de Las Palmas de Gran Canaria.
En la actualidad, en este espacio se erige el Auditorio Alfredo Kraus, inaugurado en 1997 y diseñado por el arquitecto Óscar Tusquets, que se ha convertido en un icono de la ciudad. Junto a él se encuentran la Plaza de la Música y el llamado Parque Litoral del Lloret, espacios que se han integrado plenamente en la vida urbana y cultural de la capital grancanaria.
La nave más grande que se observa en la foto de portada corresponde a la factoría de los Ojeda, una de las más destacadas de la zona. En 1979, la factoría de los Ojeda fue escenario de un trágico accidente en el que fallecieron 11 trabajadores al intentar limpiar una fosa séptica. Este suceso marcó profundamente al barrio de Guanarteme, y hoy en día una escultura en forma de manos unidas en el entorno del Lloret recuerda a las víctimas.

El nombre «Lloret» que hoy designa esta zona proviene precisamente de otra de las industrias conserveras, la factoría Lloret y Llinares. Esta empresa, fundada en Villajoyosa en 1870 por Miguel Lloret y Felipe Llinares, se expandió a Canarias a principios del siglo XX, estableciendo varias factorías, entre ellas la de La Rajita en La Gomera en 1904 y la del Rincón, en el extremo oeste de Las Canteras. Estas instalaciones se dedicaban principalmente a la salazón y conserva de pescado, actividades que fueron fundamentales para la economía local durante décadas.
Así el «muro Lloret», era un paredón junto a la salida al norte, muy popular entre los pescadores de la época. Estos aprovechaban el «engodo» gratuito producido cuando las industrias arrojaban al mar los restos de los salazones .
La última de las factorías en cerrar fue precisamente la de Lloret y Llinares, que cesó su actividad en 1984, poniendo fin a una era industrial en la zona. Desde entonces, el área ha sido objeto de un proceso de regeneración urbana que ha transformado radicalmente su fisonomía.
Foto de portada de la colección de Galileo Rodríguez.