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21/05/2025 05:48 🕦
Debes saberlo

Nos jugamos la vida salvando vidas… por mil euros al mes”. Entrevista a David Molina Miranda, socorrista en Las Canteras

Los rescates que más me duelen son con niños y padres irresponsables. En uno, sacamos a dos niños de una corriente y cinco minutos después tuvimos que volver por ellos… ¡los mismos! Los padres, ni enterados
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¿Cómo te hiciste socorrista David? ¿Fue vocacional o llegaste por casualidad?

Realmente, en España creo que nadie nace queriendo ser socorrista, jajaja. Así que sí, llegué por casualidad… y encontré la vocación. Con 18 años estaba bastante perdido y con la cabeza muy mal. Cometí muchas estupideces. Llegó un punto en el que sentí que había tocado fondo, y no me quedó otra que replantearme cómo quería reconducir mi vida. Pensé: “No me quiero… así que, ya que estoy aquí, en lugar de desperdiciarla haciendo el tonto, voy a sacrificarla para que otros puedan vivir”.

Sé que puede sonar exagerado o a drama de telenovela, pero en ese momento era mi realidad. Hoy valoro muchísimo la salud mental. Así que intenté darle un propósito a mi vida. Empecé a buscar ciclos formativos que me llamaran la atención, y ahí apareció el salvamento y socorrismo.

David Molina, el protagonista de esta entrevista

¿Qué significa para ti ser socorrista en la playa de Las Canteras? ¿Cómo es un día habitual para ti allí?

Para mí es un orgullo. Cuando terminé mis estudios hice las prácticas en Las Canteras y conocí a personas increíbles que admiro un montón. Logré cumplir el objetivo de trabajar junto a esos profesionales que antes veía como referentes.

Hoy en día es más duro, por la situación laboral que vivimos. Llego a las 10:15 y salgo a las 19:00. En esas horas puede pasar de todo: desde cinco rescates hasta una parada cardiorrespiratoria. O puede que no pase nada. Pero por lo general, siempre hay algún servicio. Cada día es una sorpresa.

Eres una de las personas que está en primera línea en la lucha por la mejora de las condiciones laborales del gremio. ¿Cuáles consideras que son las necesidades prioritarias?

Muchísimas, y todas urgentes. Ahora mismo los ayuntamientos y las empresas hacen lo mínimo exigible… y ni eso, muchas veces. Hay que mejorar el problema de raíz.

Lo primero sería un decreto serio que regule la seguridad en las costas canarias y que tenga en cuenta a los socorristas. Lo segundo: un convenio sectorial propio para espacios acuáticos naturales. A nosotros nos han metido en el de instalaciones deportivas y gimnasios, y cada vez que lo digo me da más vergüenza.

La licitación que tenemos en Las Palmas de Gran Canaria no está a la altura de una de las mejores playas urbanas del mundo. No es lógico ni seguro que una playa como la nuestra tenga solo 11 socorristas al día, ni que haya playas sin vigilancia durante todo el año.

Y tampoco es normal que se juegue con la salud de los trabajadores. Las torretas no nos protegen del sol ni de las condiciones climáticas. Si me pongo a nombrar todo lo que está mal… casi mejor hacemos un podcast.

Si tuvieras la oportunidad, ¿cómo organizarías tú el servicio de socorrismo según tu experiencia?

Lo primero sería pedir más recursos y trasladar los problemas al Ayuntamiento, en lugar de taparlos. Con lo que tenemos, es muy difícil sacar adelante un buen servicio. La gran carencia es el personal, pero también cambiaría el sistema actual.

Por ejemplo, caminar entre 13 y 15 kilómetros diarios por la arena no es saludable. Es una carga física tremenda. Implementaría protocolos distintos y condiciones más seguras.

¿Mejoras? Más personal, mejor material —como el buggy, que lleva roto ni recuerdo—, y torres de vigilancia en condiciones. Hay estudios que dicen que los socorristas tenemos muchas más probabilidades de tener cáncer de piel que otros usuarios de la playa. ¿De verdad creen que vigilamos bien subidos en una silla metálica al sol?

Y, por supuesto, mejores sueldos. Se nos exige una titulación específica, un estilo de vida saludable, una responsabilidad tremenda, y cobramos mil euros al mes por salvar vidas. La gente cree que exageramos porque no lo ve en las noticias, pero sí: salvamos vidas.

Con tu experiencia en salvamento en la bahía de El Confital, ¿cuáles crees que son los principales puntos negros en nuestras playas?

Hay más de los que parece. En Las Canteras, por ejemplo:

  • La corriente de la “L”, pegada a La Marinera.

  • La corriente frente a la torreta de La Puntilla, cerca de Falsa Barra.

  • En Playa Chica, el famoso pasadizo, muy peligroso.

  • En Peña La Vieja, las caídas en la orilla con las piedras o sobre la roca, y rescates de personas que intentan llegar a la barra.

  • En La Cícer: la zona lúdica (Churruca), frente al GoFit, la corriente del barranco, y la famosísima de Lepanto (donde está Ca’ Ñoño).

  • El Muellito, donde el reflejo del sol al atardecer impide ver bien la zona.

Y eso sin hablar de El Confital o La Laja…

¿Qué recomendaciones darías a quienes visitan Las Canteras o El Confital para bañarse o practicar deportes acuáticos?

Que disfruten, cuiden y amen este tesoro natural que tenemos. Creo que no lo valoramos lo suficiente.

Y que usen el sentido común. Que escuchen ese instinto de supervivencia que algunos parece que han perdido por completo. Sobre todo, que nos pregunten sin problema si tienen cualquier duda.



¿Cómo reaccionan normalmente los bañistas ante una advertencia de la Cruz Roja? ¿Por qué muchos no respetan la bandera roja?

Ha mejorado mucho con los años. Compañeros con más experiencia me cuentan que antes les escupían, les tiraban piedras o se reían de ellos. Ahora, por suerte, no tanto, aunque todavía falta que nos respeten más.

Suele haber buena respuesta, aunque siempre aparece el típico que dice: “Yo soy de aquí de toda la vida y nunca me ha pasado nada”… y luego dice: “Es la primera vez que me pasa algo”.

Y con los turistas se nota mucho. Algunos no respetan nuestra tierra, creen que pueden hacer lo que quieran y que somos sus sirvientes. En situaciones de bandera roja, los turistas son quienes más problemas dan. A veces por ignorancia, otras por soberbia.

Hay días que pienso que deberíamos llamar a Iker Jiménez, porque hay cosas que son misterios inexplicables.

¿Cuál ha sido tu rescate más peligroso? ¿Y el más reconfortante? ¿Alguna anécdota surrealista?

De muchos rescates no me acuerdo. Pero uno de los más complicados fue hace poco, con un turista italiano. Lo arrastró la corriente hasta la “L”. Había alerta por fenómenos costeros, vino una ola grande y nos engulló. Salté de la moto porque pensé que nos íbamos contra las rocas. Me golpeó en la espalda, pero siempre pienso qué habría pasado si me hubiese dado en la cabeza.

Los rescates que más me duelen son con niños y padres irresponsables. En uno, sacamos a dos niños de una corriente y cinco minutos después tuvimos que volver por ellos… ¡los mismos! Los padres, ni enterados. En otro, rescaté a un niño de siete años en «Lepanto» mientras sus padres tomaban café en la avenida. Por desgracia, esto es bastante habitual.

Los rescates más reconfortantes son cuando te agradecen de corazón. He visto de todo: pesca furtiva, gente metiéndose pulpos en el neopreno, parejas en plena roca de Peña, violencia de género, intentos de secuestro de menores, que nos ocupen la torreta, que hagan lo mismo con el antiguo puesto de la policía… Entre mis compañeros y yo podríamos hacer una serie.

David en la torreta de vigilancia

Para terminar, David, ¿qué mensaje le darías a los jóvenes que sueñan con ser socorristas como tú?

Las gracias te las doy yo a ti por dar visibilidad a nuestro trabajo y por dejarme mostrar que también somos personas, que lo pasamos mal, pero seguimos aquí para salvar vidas.

A los que quieren ser socorristas les diría que esta es una profesión dura y precaria. Hay que pasar de 0 a 100 en segundos, y no puedes fallar. Hay que dejar el ego a un lado y funcionar como un equipo.

Y aunque hay muchas cosas negativas, hay algo que lo compensa todo: salvar una vida. Cada advertencia, asistencia sanitaria o rescate… es potencialmente una vida salvada. Y eso no tiene precio.

En Canarias mueren más personas por accidentes acuáticos que por accidentes de tráfico. Somos la comunidad autónoma con más ahogados. Solo en las playas de la capital, en 2024 hicimos unos 360 rescates. ¿Te imaginas lo que pasaría si no estuviéramos nosotros?

A veces parece que no interesa que se sepa, que es mejor mantener la postal de sol, playa y surf sin que nadie vea el trabajo silencioso que hacemos cada día. Pero estamos aquí, dándolo todo, aunque no salgamos en los periódicos ni en los telediarios. Estamos aquí para evitar que la tragedia llegue. Porque si nosotros fallamos… alguien no vuelve a casa.

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