Algunos turistas y locales disfrutan de un luminoso día de playa sobre la Barra Grande en los años setenta.
El milenario arrecife de arena compactada muestra señales de vandalismo, al haber sido “pintarrajeado” el tapiz de seba en la superficie de los charcos.
Uno de los turistas del grupo parece haberse hecho daño en el resbaladizo marisco o tal vez se clavó una púa de erizo, una especie muy abundante en aquellos años, pero actualmente casi extinguida.
Al fondo, se distingue un El Confital lleno de chabolas.