El péndulo gira y gira
en esa pompa de jabón.
La playa entera jalea
al payaso, chillan
sus iris de colores.
Jabón mezclado con agua,
saliva infantil y aire marino…
Todo cabalga en su vientre de ameba.
.
Por arte de birlibirloque,
las llamadas perdidas entran en casa
por la azotea.
(Nada o poco se sabe
del eros que sopla
al final del verano
como un caliente vendaval
hacia los cuerpos de uva.)
.
La pompa exhibe su juego de dados,
cómo el cosmos
va haciendo las maletas
sin permiso municipal,
cómo los mantos blancos de los roques
—raídas sus cabezas—
apuntan las horas de trabajo
y se cierran en banda.
.
En un barreño vidriado se refugian las olas
a salvo del petróleo.
Guardan las paladas de plástico, los guantes sucios,
los versos de las cofradías
que echaron al viento sus cometas
cuando las ratas
intentaron comérselas
(alborotando la calle a chasquidos).
.
De todo eso hablan las pompas
mientras la arenisca muestra una a una sus cartas
hasta descubrir la última,
que es su derrota.
Crujen las rodillas de los charcos
al doblarse fúnebres ante el dinero.
Se ofrecen al extraño.
¿Quién da más?
Teresa Iturriaga Osa
Poema finalista del Premio Internacional de Poesía Jovellanos, incluido en el libro “El mejor poema del mundo, 2024”.
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