Lo más odiado por un niño que disfruta a tope de la playa en verano es tener que «hacer la digestión» tras almorzar.
Esas – más o menos- dos horas (tiempo establecido generación tras generación) de espera para volver al agua a cualquier joven playero se le hacen eternas.
Hace años, muchos quizás…, los chiquillos de Las Canteras no salíamos del agua hasta la hora de comer. Después de almorzar, era «sagrado» hacer la digestión reglamentaria de 2 horas o más. Sobre las 4:30 o 5 de la tarde, volvíamos al segundo turno de playa y de mar.
¿Ya puedo, ya puedo? le preguntábamos una y otra vez a nuestros progenitores mientras esperábamos agazapados del sol debajo de la sombrilla. Cuando llegaba el si ¡ ya puedes ! corríamos sin tino a darnos el esperado chapuzón.