A menudo no valoramos lo que tenemos hasta que lo hemos perdido. Nos pasa con las personas que nos rodean y con otras circunstancias. Tal vez por este motivo tengan tanto éxito en las redes sociales las fotos y las películas antiguas.
¿Queremos esto para El Confital? ¿Queremos, dentro de unos años, ver una foto y decir ‘pero qué bonito era’?
En la memoria queda un poblado de chabolas con sus pozos negros y sus problemas , varias polémicas sobre una supuesta urbanización y otra sobre su expropiación por parte del ayuntamiento. Afortunadamente ya no hay chabolas y nunca hubo hoteles. Se ha avanzado muchísimo, pero aún quedan lunares.
Otras ciudades tienen que inventarse sus grandes zonas de esparcimiento, nosotros ya tenemos ésta y es magnífica.
Imagina un lugar al que se puede llegar por un paseo que discurre junto al mar durante kilómetros -desde El Rincón por Las Canteras-, o por carretera hasta la entrada -al final del barrio de Las Coloradas-, y que ofrece paisajes volcánicos, rompientes de espuma, zonas para el baño y una vegetación exótica, modesta y bellísima.
Puedes hacer ejercicio porque hay trecho de sobra -en tierra o en el mar-, respirar aire limpio, extasiarte con el paisaje y pensar en que estás al lado de casa.
A El Confital sólo le falta que lo dejemos ser como es, que no le añadamos basura ni coches ni ruido. Depende de nosotros. Es tan fácil.
Tenemos la Luna a la puerta de casa y a veces no nos damos cuenta.