Lanzarote-La Graciosa. Crónica de una atravesada Travesía.

24 de Septiembre de 2011. Me lanzo al agua en la 18 edición de la travesía.

Cualquier parecido con lo que pasó, no es pura coincidencia. Además me quedo corto. La venganza de Don Río Chinijo, nos la guardó. El traslado de La Graciosa a Lanzarote, unas 760 personas, fue normal. Fuimos llevados hasta frente a la playa Bajo Risco por embarcaciones de los Hermanos Romero. A unos cien metros nos lanzamos al agua y en la arena esperamos la señal de salida hacia La Graciosa que fue dada por la sirena de uno de los barcos.

El mar estaba aparentemente tranquilo. Cuando sonó la señal de aviso y la marea vio lo que se le venía encima, mil cuatrocientos salvajes pisotones, retrocedió asustada.

A mí particularmente me acompaño una yola (una embarcación con solo un tripulante) hasta las boyas número 7 u 8 . Se alejó de mi para ayudar a otros rezagados. Eso me dijo. De repente algo sucedió a la altura de esas boyas. La corriente se desmelenó. El mar parecía estar tomando venganza por los pisotones recibidos. Lo hizo a su manera, solapada y marrulleramente.

La marea dejó pasar a unos 175, los que llevaban el turbo puesto. Cuando el grueso y el flaco traspusieron, el mar se dijo a si mismo, “ahora es la mía”. Era a la altura de las boyas 6 y 8. Para que fue aquello mi amigo. La señora marea puso en marcha la corriente de 240, o más, y nos despegó de la ruta. Aquello me hizo recordar a cuando pasamos por una mesa con un partido de envite y echamos los millos para “arrayar”. Los millos caen todos juntos, pero luego viene el desparrame y vete a buscar el número uno.

Después de un rato de espera y en vista de que los nadadores no podían con la corriente, las embarcaciones de cobertura nos fueron repescando. Por suerte no llevaban bichero.

Ahora bien, cuando a mi me subieron a bordo, ya iba yo pensando “ya recogieron al viejito del grupo”…pero oiga mi amigo, cuando enfilé la cubierta, casi me da un ataque de risa. Vi varios rostros demacrados por la situación en que se encontraban. A mi me afectó uno particularmente. Estaba con la cabeza entre los brazos. Voy y le digo,”hombre no se ponga usted así, el año que viene hay otra”…y el individuo me contesta…”que sí hombre, que sí, pero yo vengo de Inglaterra a hacer esta y el año que viene no se si estaré en forma para hacerla”.

Yo seguía agarradito a una especie de chimenea, medio metro, que salía de cubierta y estaba calentita. De todos modos se oían…”chacho yo iba mirando hacia el fondo, y parecía que las piedras venían hacia mi” y de otro lado,”yo estaba el la boya número 7 y de repente me veo en la número 6”…y así todo.

Al final todo fue feliz. Comentamos sobre la nadada, los que llegaron y los que no. En fin se habló de todo y hasta el próximo año.

Vicente García Rodríguez.

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