El accidente aéreo sucedió el 30 de junio de 1971, sobre las 18 horas 12 minutos, cuando despegó de la Base Aérea de Gando el avión militar «Zorro 33» Douglas DC-3, del 461 escuadrón del Ala Mixta nº 46, con cinco tripulantes abordo para dirigirse a El Aaiún para participar en un lanzamiento de paracaidistas. A los tres minutos de vuelo, según informó el comandante del avión a la torre de control, falló uno de los motores perdiendo potencia para ir perdiendo altura con bastante rapidez y precipitarse en el mar, donde recibió un duro impacto a la altura del Carrizal, en el término municipal de Ingenio. Concretamente, en la playa de Vargas, dos kilómetros al norte del núcleo de población situada en esa zona.
Unos minutos después del trágico amerizaje despegó de la Base Aérea de Gando un helicóptero del Servicio Aéreo de Rescate que, tras largo esfuerzo, consiguió rescatar del duro oleaje tres de los cinco tripulantes, uno de los cuales había perdido la vida. De los otros dos no se encontró pista alguna. Un remolcador de la Armada continuó con las tareas de búsqueda. Varias horas estuvo rastreando la zona inmediata al lugar del suceso sin resultado positivo alguno. Entrada la noche, regresó. A la mañana siguiente, del día 1 de julio, a las ocho de la mañana, se reanudaron los rastreos con dos remolcadores, RA-2 y RA-5 que llevaban a bordo varios buceadores y marineros del Ejercito del Aire. Los cinco miembros de la tripulación del DC-3 eran: el teniente, comandante de la aeronave, que fue rescatado del mar sin vida, don Baltasar Peláez Fernández, natural de Zamora; los desaparecidos el teniente don Francisco Jiménez González, de Cáceres, y el subteniente radiotelegrafista don Pedro Escobar González, de Asturias. Quedaron ilesos, con ligeras contusiones, el sargento primero, mecánico de aviones, don Sebastián Suárez Miranda, de Las Palmas, y el sargento don Antonio Vargas Aguiar.
Según una testigo presencial del siniestro, al avión se le partió un ala y enseguida se hundió. Según contaron los tripulantes del avión, después de precipitarse e impactar contra el mar, el aparato se hundió sobre su plano izquierdo, emergió y se mantuvo en la superfcie durante unos minutos y volvió a hundirse definitivamente. La carga que transportaba se diseminó, lo que impedía la visibilidad en el interior del mismo.
Los pescadores don Juan Cruz Vega y sus hermanos, Nicolás y Antonio, que se encontraban en aquellos momentos remendando las redes en la playa del Burrero, observaron la caída al mar del avión, y rápidamente se dirigieron al lugar del siniestro con una embarcación fueraborda, para auxiliar a los posibles supervivientes. Los pescadores recogieron a los dos supervivientes y recuperaron el cuerpo del comandante del avión. Lo izaron al avión después de que el sargento 1º Suárez le soltara el cinturón de seguridad del asiento, con el que había salido despedido del avión.
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