La única vez que he visto a Mario Vargas Llosa en vivo y en directo fue en el Auditorio Alfredo Kraus de Las Canteras en el año dos mil uno. Vargas Llosa había venido a dar una conferencia sobre dos personas del siglo XIX, Flora Tristán y su nieto el pintor Paul Gauguín, que se convirtieron en los personajes de la novela “El Paraíso en la otra esquina” que entonces escribía y ya promocionaba el autor peruano.
Ante un Auditorio que estaba hasta la mismísima linterna y al que iluminó –que no adormeció- con su verbo fácil y trabajado a la vez, el flamante Nobel 2010 disertó entonces durante una hora y media haciendo gala de un dominio realmente envidiable del castellano y de las tablas, y sin que el público pestañeara siquiera. Ya entonces Vargas Llosa sonaba como candidato al premio de los premios y entraba en todas las quinielas para ganarlo año tras año. En efecto, parecía que el autor de “La ciudad y los perros” hacía carrera de Nobel y acumulaba currículum: escribía sin cesar libros y artículos, se mostraba como un lector infatigable (el auténtico ratón de biblioteca), residía en diversos países, aprendía sus enrevesados idiomas, se recorría el mundo como Willy Fog, se comprometía con los problemas actuales de la aldea global, etc.; pero el deseado premio no llegaba, fuera porque había otros autores de mayor merecimiento para alcanzar tal galardón, fuera por esos otros asuntos extraliterarios de los que siempre se habla y con los que se especula, verbigracia, su condición de hombre de mundo que casi pierde su nacionalidad peruana por las arbitrariedades del déspota de turno y que le convirtió felizmente en español (¡No hay mal que por bien no venga!), o acaso por su declarada ideología liberal o por la crítica que desde la prensa lleva ejerciendo cual mosca cojonera contra toda suerte de sátrapas, dictadorzueluchos, corruptos, abusadores de toda índole y la caterva de calaveritos, y mostrándose a favor de las personas y los pueblos injustamente oprimidos y maltratados donde quiera que se encuentren y sin importarle los riesgos que con ello asumía.
Por todo ello y por los buenos ratos que nos ha proporcionado leer en la playa sus libros y sus artículos de opinión en la prensa, me permito en nombre de los playeros que estamos de acuerdo con él y de los playeros que estamos en desacuerdo con él felicitarle y desearle que vuelva pronto por aquí para que disfrute en Las Canteras de un buen día de lectura y escritura, se coma unos papitas arrugás y se dé un baño, y que de paso nos eche una manita para conseguir la Capital Cultural Europea, a la que dicen que apoya. Nos alegramos sinceramente por el Nobel Vargas Llosa y también por los cuatrocientos millones de personas que compartimos esta lengua universal.
Con todo, me da que la Academia Sueca le ha concedido el Premio Nobel a Vargas Llosa este año precisamente para que reivindique la figura del chino Liu Xiaobo, Premio Nobel de la Paz.
Luis del Río García
Estocolmo, 8 de octubre de 2010
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