En estos meses veraniegos se han realizado diferentes competiciones de natación en el mar. En concreto, la travesía a nado de la playa de Taurito a la de Mogán, el sábado 25 de julio, con gran afluencia de nadadores, resultó muy vistosa porque a ello contribuyó las buenas condiciones del mar, la esmerada organización de los servicios de seguridad y socorrismo y la ilusión de los participantes por disfrutar del deporte, en este caso, competitivo.
Con el mismo talante deportivo por parte de todos los participantes y de la organización, se celebró el domingo 30 de agosto, la tan deseada travesía de la Bahía de Gando dentro del recinto de la Base Militar. El gran número de participantes alegró con bullicio este recinto aéreo, muy tranquilo y silencioso, normalmente interrumpido por el ruido de los motores de los aviones que sobrevuelan el espacio que se eleva sobre la bahía y la montaña del Lazareto, accidente geográfico que separa las aguas de los municipios de Telde y de Ingenio, a la altura de las aguas encrespadas de Ojos de Garza. Las aguas tranquilas de la bahía, tan claras pero más reposadas que las de Taurito, mejoraron la realización de la prueba que se llevó a cabo con muy buen ritmo sin incidente alguno. Los servicios de seguridad y la organización administrativa de los diferentes servicios de la prueba resultaron ágiles y eficaces.
La travesía a nado de la playa de Pozo Izquierdo, organizada por el Ayuntamiento de Santa Lucía también resultó brillante y muy competitiva al ser menos larga que las anteriores. Sus aguas menos quietas que las de Taurito y Bahía de Gando, nos espoleó por llegar pronto a la meta para alzarnos con los trofeos, que toda prueba de competición depara a los ganadores; eso sí sin olvidar el placer de disfrutar del evento en su medio acuático.
Su organización, como siempre, fue muy aplaudida por todos los participantes.
Finalmente, la travesía a nado de Playa de Arinaga, el pasado 6 de septiembre, en un espléndido, luminoso y caluroso día, con marea alta de plenilunio, fase lunar que influye en que el mar esté más alto de lo normal y más bravo en su corriente, nada hacía presagiar que sería acometida y abordada como todos los años con resultados positivos de alcanzar la meta si no con victoria sí, al menos, con satisfacción.
Consistió ésta en realizar una travesía de 1.500 metros. El circuito partía de la playa en el centro de la bahía. Había que nadar en dirección sur hacia el extremo del espigón del muelle nuevo, donde una baliza nos indicaba el cambio de giro en dirección norte hacia el muelle viejo, pero mucho más afuera de donde éste acaba, en el que una segunda baliza nos haría girar hasta una tercera y última baliza, situada en medio de la playa, indicando el último cambio de giro, que nos llevaría hasta la meta, que era asimismo el punto de partida.
No transcurrió como se esperaba ya que el tramo comprendido entre sendas balizas, se realizó en un espacio acuático no resguardado ni azocado por los muelles.
Algunos nadadores, al estar tan lejos la primera baliza, que por cierto no se encontraba en posición vertical sino horizontal por las dificultades que impone la fuerza del mar (que las hace menos visibles) por error, falta de visión o por seguridad giraron en dirección al muelle viejo dentro de la zona de baja corriente. Con un giro de sólo 45 grados, un nadador puede asegurarse la victoria inmerecida, aún creyendo que ha realizado el recorrido. Ese nadador irá en dirección norte al amparo, cobijo y abrigo de la corriente, con ventaja sobre los que aún van en dirección sur para adentrarse en zona de corriente. Al ser tantos los nadadores y pocas las embarcaciones auxiliares no es fácil controlar estos descuidos por lo que todo se presume correcto.
El caso fue que hacia la mitad del recorrido señalado por la organización, otro compañero que marcaba mi ritmo y yo pudimos observar con estupor que delante de nosotros no aparecía ningún nadador cuando lo normal es que al menos media docena de ellos ni se nos aparten de la vista en todo el recorrido.
Conclusión: algo falló. No obstante, esta desaparición repentina de los nadadores no nos desalentó sino que seguimos impertérritos hasta la altura de la baliza del espigón sur del muelle nuevo. Pero todo fue llegar y encontrarnos de bruces con una mar alto, majestuoso, valiente y bravo.
¿Medimos nuestras fuerzas? ¿Qué hacemos? Miré a mi compañero, me vio, asintió con el gesto y continuamos. Ya no sólo oponía resistencia la corriente sino que algunas medianas olas se rompían contra nuestras gafas de natación, molestando la visión, que es primordial en esos momentos.
Sólo queríamos ver el edificio grande y celeste que sirve de punto de referencia para determinar la posición del final del muelle viejo y de la segunda baliza que no eran percibidos por nuestra vista, debido a la considerable distancia a que aún nos encontrábamos. Tras media hora de un mayor esfuerzo en nuestro braceo desde que dejamos la baliza del espigón sur, nos percatamos de que ésta aún estaba a tiro de piedra.
Teníamos dos soluciones: abandonar la prueba o girar 90 grados en dirección a la meta, tratando de escaparnos del influjo de la corriente, tras alcanzar la altura del muelle viejo. Esta alternativa nos daba opción a triunfo si entrábamos en la meta ya que el chip que llevábamos adherido a la pierna sólo señala el tiempo invertido en la prueba y el lugar que uno ocupa en la clasificación por categorías, pero no señala el total de metros recorridos.
Conscientes que de no seríamos capaces de superar la prueba, no por ganas sino por imposición del mar y por el peso de los años, optamos por abandonar.
Nos subimos a la embarcación-zodiac de rescate que ya traía a dos compañeros nuestros, que también habían abandonado la prueba y emprendimos el regreso a la orilla.
Desde la embarcación pude contemplar a otros dos nadadores aún lejos de la segunda baliza que habían optado por dirigirse a la meta. Tampoco el mar les autorizaba a nadar en esa zona de aguas abiertas.
Al llegar pasamos, resignados pero contentos, por el control con el chip desatado pues no había opción a premio ni tampoco a superación de prueba; sólo supimos experimentar la realidad del abandono que, en ningún caso, supone frustración aunque sí impotencia.
Todo abandono en una prueba como ésta nos hace más humildes y pequeños ante lo desconocido. Aquí no tiene significación alguna la vanagloria o el éxito. Tanto es así que ya estamos pensando en realizar la siguiente travesía, que será el próximo mes en la Playa del Burrero.
A pesar de estos inconvenientes y dificultades, quiero felicitar al equipo organizador por el interés y empeño mostrado en realizar la travesía en las mejores condiciones; aunque reconozco que pueden faltar algunos medios como una embarcación más en cada una de las balizas allende la orilla en determinadas travesías. Eso sí los presupuestos son limitados y se hace lo que se puede.
Gracias, al señor organizador que, como siempre pues lleva muchos años en el oficio, lo considero un maestro en todo tipo de eventos deportivos.
Antes de terminar quiero hacer las siguientes consideraciones:
. El chip no es una garantía de que el recorrido de la prueba se haya realizado en su totalidad.
. Un solo giro de 45º grados en el mar supone cambiar la derrota o rumbo del nadador en beneficio propio y en perjuicio de los compañeros con los que compite.
. El abandono, cuando está justificado, es señal de prudencia (aquí no vale la valentía).
. Hay que pensar en sustituir las pruebas balizadas por las de punto a punto, como la de Taurito a Mogán. Aquí sí que no hay atajo alguno que valga.
. Aprovechando este escrito quiero recordar a los responsables municipales, así como a los de los clubes u otras instituciones organizadores de pruebas en nuestras playas canarias, que deben de tener en cuenta no “eximirse de toda responsabilidad en las travesías que organicen” como así parece constar en los impresos de solicitud de las pruebas sino que deben asumir las responsabilidades a que estén sujetos. En el referido impreso se ha de expresar con claridad las responsabilidades que asumen tanto la organización como el nadador participante.
En concreto la Ley Canaria del Deporte establece en su artículo 20 que: Las federaciones deportivas canarias, así como las entidades públicas o privadas, organizadoras de actividades públicas o privadas habrán de asegurar los riesgos que conlleva dicha actividad para los participantes en los términos fijados en la normativa legal vigente”.
Dicho en otros términos, este precepto se refiere al seguro obligatorio.
. Recordar además a las referidas Instituciones que también es de aplicación además de la mencionada Ley, los Estatutos definitivos de las Federaciones Deportivas Canarias y también la Ley del Deporte estatal, como norma supletoria.
. Es de singular importancia que, para reforzar los controles de las pruebas desde embarcaciones auxiliares, se requiere que las entidades organizadoras cuenten, no con la colaboración sino con la organización conjunta de la Federación Canaria de Natación para la realización de este tipo de eventos, ya sean competitivos, ya sean participativos. La finalidad de esta organización conjunta para las pruebas nos va a suponer entre otras ventajas, el dotarnos de más embarcaciones auxiliares, lo que es una garantía para el conjunto de todos los participantes.
. En la mente de todos está que lo importante no es el premio, sino la acción o intento de superar la prueba; por ello, ser limpios y honestos en la práctica del deporte es un buen lema, con ello evitaremos aquello de: “No todo trofeo izado es trofeo ganado”.
Juan Manuel Bautista Ramos, nadador del Club Salinas.
En Las Palmas de Gran Canaria a 13 de septiembre de 2009.