De las cosas más entretenidas que se pueden hacer los domingos por la mañana cuando se entra en “miplayadelascanteras.com” para conocer el estado de la mar -además de ir a la playa, por supuesto- es aprovechar y leer las impresiones, comentarios y sugerencias que dejan los usuarios de la página web sobre ese bien natural con que los dioses han favorecido a Las Palmas de Gran Canaria. “Por la única cosa por la que me fastidia morir es porque en el más allá no voy a poder ver la Playa de las Canteras” escribía una señora. Poderosa razón. Lo comentaba con mi amiga Saro mientras paseábamos por la orilla y, al tiempo que ella manifestaba su total acuerdo con la opinante, añadía ”yo voy a más”.
¿Cómo dicen que son las vírgenes que aguardan a los hombres en el paraíso islámico?(El rostro es muy blanco y puro. Su cuello es largo y muy blanco. Sus bustos son grandes como granadas, redondos e hinchados (Sure 78,33). Debajo del ombligo comienza la zona tabú, que no ha sido tocada nunca ni por personas ni por demonios. La virgen no conoce la menstruación, la orina o la suciedad (Sure 2, 25 ). Las piernas son muy blancas, atractivas y luminosas. Alumbran tanto, que su luz puede verse a través de los vestidos …) ¿Cuántas son las que les esperan? ( algo más de setenta para los mártires y bastantes menos para el común de los mortales).
Con su pan se lo coman si viven por y para eso. Para mí, sin embargo, el paraíso será encontrarme con todos los poetas que se inspiraron por aquí, escucharles de nuevo recitar sus versos, pasear eternamente, todos, por esta arena incesante, disfrutar del cambio de aguas, contemplar la alteración de sus colores ¡Con esta temperatura! Oler a mar. Admirar amaneceres y puestas de sol con el padre Teide al fondo, relajando mis pies en la espuma y, si apareciera un Tritón con una cerveza ¡pues bueno!. Ya andábamos pasando Punta Brava a paso ligero, los surferos se preparaban para sus piruetas, la silueta del auditorio se veía reflejada en las rocas mojadas… cuando algo negro, brillante, que deslumbraba, apareció a la altura del puesto de la Cruz Roja. No era un algo, eran tres “algo” espléndidos, tres “algo” acharolados con sus correspondientes extremidades, con sus troncos y sus cabezas, haciendo flexiones con el sol refractando en sus espaldas húmedas. ¡Oh, Cielos! Qué sofocos. ¿Harry Belafonte?. Mejor. Orfeo Negro por triplicado entrenando en La Cícer. ¿Sabes lo que te digo? Que ¿para el Paraíso? uno para una tarde y no más; más tiempo, a esta edad, tiene que ser agotador, y yo lo que deseo es relajarme del todo en -como digo yo- este espacio de bellez sin par.
Leí en alguna parte que han pasado ya cincuenta años desde que se estrenó “Orfeo Negro”, pongamos cuarenta y ocho desde que yo la viera en el Cine Atlántida de Arrecife. Tempus fugit. No olvidaré nunca a Breno Mello resplandeciente como un dios pagano, albo y áureo el disfraz, lustroso de sudor, bailando la recién inventada “bossa nova”, muerto de amor cuando muere Euridice. ¡Cuánta pasión desatada! Cuánta tragedia y cuanto color. Cuántos malos pensamientos provocados y cuántos recuerdos agolpados esa mañana en la playa a la vista de semejantes ejemplares salidos de la naturaleza misma. Menos mal que corría una ligera brisa y una tiene la experiencia que tiene a efectos de controlar instintos otrora irresistibles .
Herminia Fajardo
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