Foto: Manuel Fabre, justo en el medio, rodeado de amigos.
Cuando era solo un niño la familia se mudó a vivir a la playa. Al llegar y verla por primera vez su olor inconfundible a marisco, a sebas, a mar, ya quedo imborrable en mi cerebro y desde ese mismo instante brotó en mí el amor por ella, amor que duró toda la vida, aunque con intervalos derivados de las ausencias que la vida me marcó. Intervalos, que mitigaron, pero nunca apagaron mi amor por ella….porque ese amor ya era eterno.
Con ella y en Ella pasé mi infancia, en una familia grande, unida y feliz. La infancia dio paso a la adolescencia, durante la cual disfruté a tope de todo lo que me rodeaba y aunque “la muerte” comenzó a mermar poco a poco mi gran familia, la inconciencia de mis pocos años mitigo las ausencias que se fueron produciendo.
Ignorando la guerra y las privaciones que en el entorno mío se producían vivía feliz con mis amigos y con mi playa. Al llegar la adolescencia, disfruté a tope con todo lo que me rodeaba; amigos y amigas, playa y familia, Todavía un poco niño, compartíamos con los amigos: fútbol, las chapas, los soldaditos, la baraja en mí jardín, y con las niñas: el clavo y …las prenditas (ya empezábamos)
Subiendo ya la adolescencia se despertaron del todo mis instintos sexuales y con la complicidad de la playa, su arena y la primavera perdí en ella la “inocencia”. Fue uno de los momentos más dulces y bellos que la playa me ha regalado (y por supuesto trascendental en mí vida). Luego llegó la época de estudios en Madrid, otra etapa distinta y distante. Mucho amé allí a mi familia peninsular, con la que conviví y a algunos de los muchos madrileños-as que traté más o menos íntimamente, recuerdos todos imborrables que tienen un hueco en mi corazón hasta que muera. Pues como dicen los madrileños: de Madrid al cielo.
La playa quedó aquí pero….esperó paciente mi regreso por vacaciones que se producían intermitentemente y a los que yo esperaba ansioso que llegaran. Entonces, la playa me acogía con amor, compensándome con creces las ausencias. Su amor de nuevo me brindaba, con sus olas amorosa que me envolvía y con su arena caliente que me secaba, mientras yo disfrutaba con ella y en Ella; descansando, disfrutando, deleitándome al contemplar su cielo azul y al recibir la caricia de la suave brisa de los alisios mientras me recreaba pasando la vista de peña en peña, todas con nombre y apellido: la Peña del Balcón, la de El Peligro, la del Camello, La Palangana, pasando por Los Lisos hasta el Charcón, que Tony Gallardo cinceló para que todos los –tritones- pudiésemos dar “la vuelta” cuando entrenábamos en él, y por encima de todas ellas, la reina…..la Peña de La Vieja.
¡¡¡Que cantidad de recuerdos!!!
Complaciéndome y relamiéndome con ellos….cerré los ojos feliz…entonces…..me susurró queda en el oído:
“Desde niño, te he bañado y querido, de adolescente jugamos y juntos los dos…amamos. De adulto, años te has apartado, pero yo….sabía que volverías y que de nuevo junto a mí estarías….por eso te he estado esperando».
Hoy frente a ella, abro las amplias ventanas (que durante años tuve cerradas) y vivo feliz disfrutando con los recuerdos que viví con ella y junto a ella.
¡¡¡ Gracias ¡!!! Querida playa, hasta que Dios quiera, estaré contigo y junto
a ti
Manuel Fabre