Tiene el instinto de la pintura elevado a la mayor altura y posee una fuerza irresistible de la delicadeza. De su pintura saltan flechas de oro, más penetrantes que las del hierro. Apasionado a favor de o en contra, no se olvida nunca de sí mismo, porque sabe quien es como todo artista verdadero. En la ausencia es cuando él está presente, el espacio para él no es infinito. Si su cuerpo se distancia su alieno lo llena todo, todo lo rebasa.
La acción del artista es invisible y sólo ella triunfa y se propaga,. El hombre, por más que lo programen o lo “maquinicen” nunca será una máquina sino un organismo vivo, y quien dice vida dice espíritu creador, amanado de un más allá no por desconocido menos deseable. JOSÉ LUIS SANTOS camina poniendo los ojos en el infinito, en las áureas incitaciones del naciente. Si se pusiera otro destino se detendría. El hombre aun cuando es joven es siempre un viejo enamorado de su infancia original. ¿qué otra cosa nos dice, con su obra José Luis SANTOS? ¿No es su pintura una rememoración de aquél mar de su niñez? ¿No es de la mía también? El mar de la memoria y la memoria del mar, ¿no están cantando constantemente para nosotros?
Éramos todos el mismo niño en la luz de aquel barrio.,, la misma infancia despuntando en los mismos rostros pero en edades distintas. La infancia existe mas que los niños, como la vejez más que los viejos. Lo que existe es la infancia, la juventud y la vejez, pasando a través de nosotros, como la aurora, el día y la noche a través del mundo, y a través del mar porque fuimos -y somos . Hijos de sus orillas.
En los niños que fuimos sobre los mismos bajamares, no distingo unos de otros. Veo solamente una imagen emocionante, la misma infancia frente al mar inmóvil, la misma luz por la mañana, porque ya somos una misma creación del tiempo, criaturas inamovibles, que ese espacio define y delimita, nos engrandece. Conocer es ser, pues ambos verbos representan la misma acción. La esencia de las cosas es el conocimiento y la ignorancia el vacío. José Luis SANTOS sabe ser lo que es y por ello pinta. En su obra se descubre una intuición constructiva que es su propia sustancia anímica. Todo en él es conocimiento y actividad, el color meditado que se transforma en pintura trascendida, como la poesía cuando toma cuerpo en el mundo
José Luis Santos, viejo conocedor del mar y tantas veces náufrago afortunado, ha descendido al fondo del abismo por la cuerda de la memoria y de la experiencia.. Todo lo que acontece alcanza los visos y las proposiciones de un raro deslumbramiento, al contrario de lo que sucede a tantos que todo lo tornan mediocridades. Arden en él, en cambio, las hogueras del litoral arenoso sobrevolado de por imposibles pardelas, por nubes que ya no existen sino en la melancolía de los días sin vuelta, despertando en los “CHARCOS2 de nuestra más atesorada memora, no sé que imágenes de aquel mundo , todo mar y todo cielo. Y aspiramos y quedamos ebrios de ese licor que alimentó a los primeros dioses del mar. Por su causa todos necesitamos una pira inextinguible es esta playa desierta y fría del presente al que hemos sido lanzados, supervivientes que escarban en yacimientos antiguos.
¿Quien ve el mar en una gota de agua? La imagen que proyectamos en los demás se refleja pronto sobre nosotros. No hay mejor reflejo. La pintura de J.L. SANTOS, como por milagro, me hace revivir paisajes que yo pensaba ya inexistentes por la corrosión del tiempo y de mis postrimerías acuciantes.
El Viento de Otoño, que atormenta al mar, resucita ligero en la imagen infantil al contemplar estos fondos marinos, tan próximos que aún duermen también en los fondos de nuestros ojos. Nunca sabremos quien pasa a nuestro lado en el camino, en la soledad de las playas. Nos ignoramos los unos a los otros, vivimos tan aislados en nuestro ser como el gusano en su agujero, como el caracol en la oquedad de las rocas, como las lombrices que recogíamos por sorpresa bajo las piedras marinas para pescar en los charcos, aquellos charcos espejeantes.
Todo es sueño ¿Qué otra son sino sueños las obras de nuestro artista? La existencia es solo recuerdo,pero este mar pintado, sus honduras, son un recuerdo de la primavera -suya, mía , de todos- en espera de la primavera del mar, porque nuestra imaginación es marítima, incluso su vegetación crece en esas profundidades arenosas, desconcertantes.
El mar está en cada ola , en cada ola está él.
Pintura palpitante como una sustancia viva en fusión, que es toda la flora del mundo submarino, embebida de azul hasta la embriaguez celeste. Cada ser es el conocimiento de sí mismo, realizado, o mejor realizándose. Este mar , aquellas algas, las rocas, son autorretratos en los que José Luis SANTOS no se distingue de su pintura. Cada artista es un loco intermitente- P.P. Pasolini decía que había que “estar loco para ser claros”- porque la locura habita en todos nosotros y se despierta al menor ruido, pero mientras todos van de puntillas y hablan en voz baja, el creador la despierta y se enfrenta a ella sin temor, antes al contrario, para enriquecerse.
José Luis SANTOS, al pintar, vive y respira. Vivir es andar y respirar, absorber el cielo azul y hondura de mar.
Texto: Arturo Maccanti
Fotos: Rafael Rodríguez