“Necesito el mar porque me enseña.”. Pablo Neruda

Viernes: aviso naranja por costeros (oleaje) y aviso amarillo por viento.

Musicalidad del mar

Sí, las olas marinas emiten un ruido que se convierte en ondas sonoras plastificadas en todas las claves que admite el pentagrama. Menciono aquí la palabra ruido ya que siempre oí decir que cuando le preguntaban a Napoleón que diera su opinión sobre la música respondía que “la música es el más agradable de todos los ruidos”. Yo, con todos mis respetos, mencionaría que el segundo de los cinco sentidos del ser humano llamado “Napoleón” nació con éste atrofiado.

El tema de los sonidos musicales -proviniendo de los elementos de la Madre Naturaleza-, desde muy pequeño (10 a 12 años), atraía mi atención. Yo disfrutaba escuchándolos cuando se trataba del mar, siendo uno de mis lugares preferidos los zaguanes de las casas en primera línea, y, en especial, la de la famillia de Antoñito Aguilar, mi gran amigo ya fallecido, que estaba situada en nuestra Avenida de Las Canteras a la altura de lo que hoy es el Hotel Sansofé. El pavimento de entonces era arena y tierra y un muro de cemento armado que actuaba como una barrera que impedía que el mar llegara a las puertas de las casas durante la pleamar. No existía la avenida tal como es ahora. Este zaguán era el lugar de encuentro con Antoñito y otros amigos, antes de iniciar nuestras correrías a otros lugares, siendo uno de los preferidos la montaña llamada Filo de Cuchillo en la zona del Rincón. A este lugar de encuentros (el zaguán) era yo siempre el primero en acudir ya que durante un largo rato quería disfrutar yo solo de los conciertos que siempre eran dirigidos por el gran director Neptuno. Las paredes y techo del zaguán recogían y devolvían tal cantidad y calidad de sonidos con mezcolanzas de ecos que chocaban y se mezclaban entre sí, muy difíciles de describir.

Ahora tengo la gran suerte de habitar frente al mar, a pocos metros de la orilla, en el lugar denominado en el mapa de Las Canteras como La Punta Brava. Continúo escuchando los conciertos diurnos y nocturnos con tal variedad y mezcolanzas de sonidos (tonadas) que comienzan en tonos bajos impresionantes pasando por los graves y acaban en los agudos que me hacen disfrutar de estas fantásticas melodías. Imposible describir la variedad de sonidos. No se pueden asociar las notas con ningún instrumento musical fabricado por el ser humano. La fuente de producción depende de muchos factores, tales como las mareas, si van a la bajamar o a la altamar, si las ondas van plácidamente o están furiosas, o si se producen en lugares de mares profundas o en las orillas arenosas de las playas que se deslizan lamiendo suavemente, o si el mar está tan encrespado que produce bramidos imponentes, o cuando fuertemente azotan las costas escarpadas produciendo estallidos y destrozan, además, todo lo que encuentran a su paso. No quiero dejar sin mencionar los estruendos que se dejan oír en los tsunamis, pero eso son palabras mayores y me hace pensar que los componentes de la orquesta en cuestión están cabreados entre sí, arrojándose unos a otros los instrumentos. En este caso, no me agrada escuchar el concierto y salgo a toda velocidad, esquivando las notas que ya no ocupan ningún lugar en el pentagrama, y hasta el mismo director Neptuno pasa corriendo a mi lado cantando la canción “lo que pasa es que la banda está borracha”, pero yo sigo y seguiré cantando a mi guitarra la canción “Mirando al mar soñé”.

Sigo todavía tan enamorado de este líquido elemento que siempre lo denomino “la mar”, en femenino.

También merece mencionar la participación del otro director de orquesta llamado EOLO. Cuando sopla el viento con más o menos intensidad, aparece esta otra orquesta que participa conjuntamente con la otra, y la verdad es que no desentona de la otra con sus silbidos, que se cuelan por los resquicios de la terraza. Se dejan oír todos los tipos existentes de flautas y trompetas y clarinetes y hasta armónicas.

Cuando más joven, mi deseo fue siempre ser marino, aunque no tuve la posibilidad de estudiar la carrera, pero aproveché la ocasión del servicio militar para hacerlo por la marina y pude formar parte de la tripulación con el cargo de marinero distinguido amanuense en el minador “Marte” en el año 1949/1951. Y navegué por distintos mares y costas en el Atlántico y Mediterráneo.

Siempre sentí envidia de mis amigos Hector López, Emeterio Cabrera y Julio Reyes.

Tuve la ocasión en aquella fecha de contemplar desde el mar el grandioso e inolvidable espectáculo de la erupción del volcán SAN JUAN, ocurrido en el año 1949. Pasamos en el minador “Marte” a pocas milllas de la costa, en la isla de LA Palma, permaneciendo un par de días al pairo y por las noches veíamos el recorrido del río de lava en espectacular color rojo escarlata brillante, que bajaba desde la cumbre en Fuencaliente desembocando en el mar con un estruendoso y esplendoroso ruido como el aceite hirviendo en una sartén con agua. ¡Inolvidable!

Un atento saludo de Juan Garcia Rodríguez, alias el cowboy para los amigos playeros.

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