“Cuando dos caminos se separan… toma aquel que se dirija a la playa”. Hannah McKinnon

Viernes: refresca algo el ambiente

La playa de Las Canteras por Emmi Hahnefeld

Fotos: Emmi con su hermana Carmen en la Playa Chica e Inf: Kindergarten del Colegio Alemán de Las Palmas, cerca de Las Canteras (1937-1938). Recuerdos de la colección de: Emmi Hahnefeld.

( Extracto del libro “Luchar para vivir. Mi infancia y juventud en Berlín durante la II Guerra Mundial” de Emmi Hahnefeld.), editado por el Museo Canario.

“Mi padre estaba enamorado, cómo no, de la extraordinaria playa de Las Canteras, donde buscó alojamiento nada más llegar y donde continuó viviendo después de casado, ya en otra casa, frente a la Playa Chica, donde nací yo (enero de 1933).

En esta playa tan especial de arena dorada y agua tan cristalina, resguardada del oleaje por una gran barra natural, me crié yo. Cuando bajaba la marea se llenaba de gente mariscando en todas las peñas, que quedaban al descubierto, y muchos se aventuraban a ir caminando hasta la barra. Nosotros vivíamos al lado del Muro Marrero, en la avenida de la playa, donde en aquellos años todos los vecinos eran como una gran familia.

Fue allí donde nació dos años y medio después mi hermana Carmen, a quien mi padre y yo, viendo lo gordita que era, la llamábamos cariñosamente Carmenzona. Era muy linda y, a mi pesar, le tenía celos, pues yo era más bien feuchilla.

En esta playa me conocían a mí como “la ruin”. Todos los niños eran mayores que yo: Ninita Juan, Titita y Manolo Marrero, Teresita Alonso, Mercedes Henning, Antoñito Juan, Guillermito Sintes y su hermana Mª Luisa, por lo que nunca me dejaban jugar con ellos. Este grupo de niños jugaba delante de nuestras casas en la Playa Chica, haciendo casitas, muros y bancos en la arena mojada, pero a mí no me dejaban ni tocarlos. Entonces venía yo y, con mucho disimulo, les rompía con el pie todo su juego y me echaba a correr, hasta que un día Teresita Alonso me alcanzó y me tiró tan fuerte del pelo que se quedó con uno de mis rizos en la mano.

Mamá me peinaba diariamente con muchos rizos, que eran muy rubios y me hacían, según mi padre, atractiva y linda (qué iba a decirme mi padre). Así, mi infancia en Las Canteras fue muy feliz. Nuestra casa era además muy cómoda. Mis padres fueron buenos y comprensivos conmigo, incluso cuando tenía hambre a deshora, ya que entonces me comportaba como una malcriada. Mi hermana en cambio era más dulce y bondadosa que yo.

En nuestra misma calle estaba el jardín de infancia del Colegio Alemán {Kindergarten} al que empecé a ir yo. Todavía conservo fotos de mi primer día de clase, que me sacó mi padre.

La hermana pequeña de mi madre, Isabel, venía a menudo de temporada a Las Canteras, al igual que su hermano menor, tío Pepe. Mi madre los quería mucho y nuestra casa siempre parecía estar llena de felicidad. Hasta los amigos de mi tío solían venir a quedarse para darse un baño en Las Canteras, Rafaelito Ramírez, Luisito Mena, luanote Esteva y otros muchos. Después del chapuzón, mi madre repartía galletas con chocolate para merendar, según la costumbre de aquella época.

Tenía yo cinco años y medio (fue hacia el verano/otoño de 1938), cuando mi padre tomó la decisión, no sé por qué motivos, de regresar definitivamente a Alemania y establecerse en Berlín”.

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