Especialmente me hace gracia ver, sobretodo por las tardes cuan decae el sol, esos bancos al margen del paseo de Las Canteras. Me hace gracia verlos apretujaditos de personas. Los hay que los comentarios entre ellas contando idas y venidas animadas de sus anécdotas presentes y pasadas gustaría acercar la oreja enterarte de que va. Otros bancos miras sus caras, y sus miradas hacia la lejanía, serios o meditando dejan tal vez correr sus pensamientos que no se atreven a exponer por timidez o por no molestar con quien está compartiendo ese banco.
Y así un banco tras otro se repite la imagen que de vez en cuando se rompe el molde, porque un niño en su cochito el abuelo le esta meciendo mientras espera la hora que lo recoja sus padres.
Desde el l Gran Hotel Melia hasta La Puntilla, es donde más se puede uno recrear en el tema. Cada banco es una pequeña cola sin principio ni final que se asemeja a una espera de la guagua. Una guagua que nunca llegará, pero que el tiempo transcurre hasta que llega ese momento de recogerse con un hasta mañana.
Muchas de éstas gentes son jubiladas, jubilados de la misma zona o de diferentes barrios presumo, que ya tienen su tertulia y están deseando que llegue la hora de la media tarde del nuevo día, para verse y continuar otro día más con lo que quedo en polémica o terminar una historia. Y porque no ese chiste que le han contado unas horas antes.
La Playa de Las Canteras, tiene esa virtud además de otras, estimula a que la gente se explayen y gocen con un paisaje relajante el entramado de una conversación. Este Paseo de Las Canteras, para esas personas les representa la apertura a la naturaleza cada vez que salen de las cuatro paredes de sus casas. Pueden caminar, hablar, leer y fumar, sin estar sometidos a cartelitos de avisos propios de una sala que se destinara a jubilados. Si quiere hacer la partidita de cartas o dominó ya hay lugares cerrados para ello. No veo oportuno en mi opinión, el hacer lugares cerrados para éste colectivo en el Paseo de Las Canteras.
Juan Boza Chirino
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